Inicio Cine El cineasta venezolano Joel Novoa: “Cobra Kai ha unido a varias generaciones”

El cineasta venezolano Joel Novoa: “Cobra Kai ha unido a varias generaciones”

Foto El Nacional

Por Simón Villamizar

El realizador venezolano se puso detrás de las cámaras de la serie furor de la plataforma de Netflix, que solo en el mes de enero lleva 171 millones de horas de reproducción en el mundo entero. Dirigió nada menos que la revancha entre Danny LaRusso y Johnny Lawrence, los personajes de la cult movie Karate kid. Y en la quinta, confiesa, tuvo a su cargo la mitad de la temporada. Apenas dos de las sorpresas que tiene para 2022

Sus padres, los cineastas venezolanos Elia Schneider y José Ramón Novoa, le insistieron una y otra vez que probara temprano con la dirección. Pero Joel Novoa, que era un crío, confiesa que entonces sufría de “rebeldía infantil”, y prefería servir más bien los vasos de agua durante los rodajes. Los vasos de absolutamente todo el equipo de filmación. O también “llevar la claqueta”.

No quería, explica, que lo vieran como un chico aventajado. Así que a la hora de la comida, elegía sentarse con los técnicos. Y durante los viajes de rodaje, no dormía en la misma habitación junto con sus padres: pedía que lo ubicaran con los camarógrafos. O con alguien de la iluminación.

«Era difícil criarse con las personalidades de mis padres. Y yo quería crear mi propio camino, mi propio mundo”, cuenta él, que se graduó de abogado, que solo ejerció durante un año en el área de propiedad intelectual, y que sin embargo no pudo llevar la contraria al llamado de los genes. No solo codirigió las últimas películas de Elia Schneider. A los 20 años dirigió su primer cortometraje: Cadena reversible (2006). A los 23 rodó el segundo: Zona cero (2009). Y a los 27 estrenó su primer largometraje: Esclavo de Dios (2013).»

En 2022, con 36 años, se ha convertido en el director de dos capítulos de la serie furor de la plataforma de Netflix: Cobra Kai, que solo en enero ha alcanzado 179 millones de horas vistas en el mundo entero, y que está inspirada en la saga cinematográfica de Kárate kid. Y en la quinta, deja escapar, ha estado al frente de la mitad de la temporada. Apenas una de las sorpresas que se ha reservado para los próximos meses.

—Usted no vivió en furor de Kárate kid (1984), porque no había nacido…

—Fíjate que sí. Yo nací en 1986, pero recuerda que en Venezuela existía algo que se llamaba “Cine millonario” y todos los domingos pasaban las mismas películas en la televisión. Así que la vi al menos unas ocho veces. Y siempre conectaba porque es la historia del underdog: el niño que llega de la nada, que de pronto agarra la fuerza, y entonces visita el otro lado. En ese momento estaba muy marcado quiénes eran los buenos y quiénes los malos. Y creo que eso es precisamente lo que ha cambiado en el mundo. También vi la segunda y la tercera parte, aunque no tuvieron la importancia de la original. Vi incluso la que hizo Will Smith. Son películas que forman parte del diccionario hollywoodense de todos.

—¿Cómo fue que llegó Cobra Kai?

—Fue una mezcla de fortuna, suerte y trabajo. Yo soy fan de la serie desde la primera temporada, cuando apareció en YouTube, y muy poca gente la veía. Mi amigo Manuel Trotta, que es director de cine, me la recomendó y desde ese momento quedé enganchado. No soy muy fan de las adaptaciones que se hacen hoy, pero Cobra kai logró hacer algo distinto. Y lo hizo respetando la película original, algo que yo no había visto antes. Y eso me conectó. Resulta que yo estaba rodando la segunda temporada de la serie Blood & treasure en Tailandia para CBS y llamaron al escritor para que les recomendara un director… y lo hizo. Él sabía que yo era un fanático de la serie. Así que me reuní con el equipo. Pero no para dirigir Cobra kai, sino para hacer otro show que ellos estaban produciendo. Yo estaba en mi oficina y en plena conversación, uno de los showrunners me dice: “¿Esa figurita que tienes ahí atrás es un Johnny Lawrence?”. Y yo, un poco apenado, le conté que la Funko Pop Figure me la había regalado mi esposa porque soy fan de la serie y hasta había analizado todos los episodios. Así que la reunión, que se supone era de 20 minutos, duró dos horas. Pero pasaron muchos meses para que se diera. Yo no estoy acostumbrado a que las cosas que quiero, se me den.

—Y sin embargo se le dio…

—Pero fíjate que en ese momento estaba haciendo un proyecto entre Colombia y México y justo nos suspendieron la serie por causa del coronavirus. Fue antes de que se dieran a conocer las vacunas. Yo estaba deprimido. Volví a casa y justo al llegar a Los Ángeles me llamaron para decirme que se les había “caído” un director y que podía quedarme con dos episodios de Cobra kai.

—¿Por qué cree que Cobra kai ha logrado emocionar a tantas personas?

—Porque creo que la serie ha logrado cosas muy interesantes. Lo primero es que Karate kid era un drama, y la han terminado convirtiendo en una comedia. Porque por más que tenga toques dramáticos, Cobra kai es una comedia. Y eso se ha hecho muy poco. La mayoría de los remakes se mantiene dentro de un mismo género. Y yo a veces pienso: “¿Y si uno convierte una comedia de los noventa en un drama? Podrías hacerlo incluso con algún personaje de Friends o The office. El potencial que hay allí es increíble. Pero Cobra kai es entonces una serie que solo se toma en serio a sí misma hasta cierto punto. Lo ves cuando hay una pelea gigante: los states están todos puestos en la línea, los personajes están en su momento de mayor tensión, y de repente viene alguien y hace un comentario gracioso que te hace recordar que es una serie con un balance importante. Tiene sentido del humor, pero al mismo tiempo tiene drama. Te guste o no, eso te conecta.

—Cobra kai ha logrado unir además a generaciones muy distintas…

—Eso es lo segundo. Creo que eso solo lo había hecho muy bien Stranger things, que le gusta a los jóvenes y también a nosotros, que vivimos toda la onda ochentera. Cobra kai lo hace muy inteligentemente porque por un lado tiene la historia de los senseis,  Daniel LaRusso y Johnny Lawrence, a quienes vimos en nuestra infancia. Y por el otro lado, tiene a estos niños que pertenecen a una nueva generación. Pero tiene otros elementos importantes. A mí me tocó dirigir dos episodios de la cuarta temporada: el de la famosa revancha y otro que, para mí, representa el verdadero espíritu del show. En el quinto capítulo, Johnny tiene que regresar al colegio para reclutar nuevos estudiantes y se da el enfrentamiento entre las dos generaciones. Porque Johnny es un tipo que no tiene ni idea de la cultura políticamente correcta en la que estamos viviendo, así que tiene que adaptarse a esa nueva cultura, que es, digamos, más ofendida. Y entonces  vemos que Cobra kai no hace juicios de valor. Simplemente te dice: “Esto es lo que era antes” y  “Esto es lo que sucede ahora”. Y él tiene que caerse a golpes para ver cómo llega a algo. Eso es lo que más me gusta de la serie. Y creo que es lo que más le gusta a la gente. Uno no se siente juzgado, porque no hay buenos ni malos. Simplemente hay personajes. 

—Digamos que a usted le tocó dirigir uno de los capítulos más importantes de la cuarta temporada: la revancha entre Danny LaRusso y Johnny Lawrence sobre el cuadrilátero.

—Y yo estaba muy nervioso. Ya no tanto, porque en la quinta temporada dirigí muchos episodios más y ya soy de la familia. Pero una semana después de conocer a Ralph Macchio y a Wiliam Sabka, me tocó rodar precisamente la pelea entre ellos. Ya sabes: ellos no te conocen, tú no los conoces. Y al principio es difícil. Yo estaba muy tenso porque era una pelea enorme y me tocó hacerla toda en una noche. Una pelea implica grabar para todos lados.  Eran cinco puntos, reacciones… Pero mi esposa (Marilú Godinez) y yo nos habíamos preparado muy bien: generamos gráficos, hicimos un análisis de la primera película. Y una de las cosas más interesantes de ese capítulo es que calcamos muchos cuadros de la pelea de Karate kid. De hecho, hay varios cuadros. Como el momento en el que Daniel LaRusso levanta las manos. Pero esta es una pelea distinta, más graciosa,  porque todos en el público son niños. Es distinta al torneo de la película original, que se lo tomaba muy en serio. Pero igual tratamos de darle cierta nostalgia. El equipo de dobles de esta serie es increíble, creo que es el mejor que he tenido en mi vida, pero 90 % de la pelea fue hecha por Ralph y Johnny. Porque una de las cosas que habíamos hablado previamente es que se trataba de dos personajes que ya tienen casi 60 años, y por lo tanto no tenía que ser una pelea ágil, tipo videojuego. Debía tener ciertos momentos… pero sobre todo se tenía que ver real. Y la filosofía era que fuera verdadera y perfecta, así que no podía tener la misma intensidad de hace 30 años. Creo que lo que salió bien fue gracias a una mezcla de planificación y apoyo de actores. Después de ese día me relajé mucho.

—Uno supone que tendrá muchas anécdotas de grabación tanto con Ralph Macchio como con Johnny Lawrence.

—Siempre es difícil conseguir una anécdota específica, pero cuando conocí a Ralph me di cuenta de que era un tipo muy interesante y preparado. Es el que llega primero. Y el que siempre sabe dónde va la cámara. Y el primer día de rodaje, entre toma y toma, comenzó a contarme todas sus historias de la época de Outsiders, con Francis Ford Coppola. O recordaba por ejemplo la cantidad de cámaras con la que se había rodado la pelea de Karate kid, y yo pensaba: “Aquí tenemos dos o tres, ¿cómo voy a hacer para estar a la altura?”. Mientras que por el otro lado está “Billy” Zabka. Muy poca gente lo sabe, pero William es escritor y estuvo nominado a un Oscar por un cortometraje (Most, 2013). Y además tiene mucha idea del drama, así que sabe perfectamente cómo encaminar a ese personaje despreocupado, borracho, y escéptico que es Billy. Ralph y él tienen en común que son unos outsiders. Son rarezas en esta industria y tienen una humildad verdadera. Por más que han interpretado personajes increíbles en Hollywood, les gusta estar ahí (en el plató). Y sobre todo lo disfrutan.

—¿Qué pensó cuando vio los capítulos que dirigió?

—Creo que primero los vi como un fanático. Dije: “Wow, no puedo creer que haya hecho esto, que haya encaminado a estos personajes”. Claro, siempre están las cosas de edición. Y que luego dices: “¿Por qué no lo hice de esta manera?”. Pero eso me ocurrirá hasta el día que me muera. Así que sobre todo sentí agradecimiento. Porque puede que sea simbólico, pero todo esto ocurrió justo después de la muerte de mi madre. Me acuerdo que fue un momento como muy turbio y desordenado por muchas razones. Porque todos los planes se me iban para la basura. Porque de hecho yo rechacé una cantidad de proyectos y dejé de trabajar, porque quería estar tranquilo con el duelo. Y después vino la ansiedad típica de “no estoy haciendo nada y me estoy quedando atrás”. Pero si hubiera tomado cualquiera de los proyectos que me propusieron, y si hubiera estado al frente del trabajo que tenía antes de la pandemia de covid, no hubiera conseguido esto. Y entonces esto fue como un premio del destino. Y sentí mucho agradecimiento.

—¿Cómo encaja Cobra kai en su carrera como cineasta? Comenzó usted en el thriller…

—Digamos que yo empecé la carrera por un lado más intelectual. Sí, comencé por el thriller con Esclavo de Dios. Luego me fui a Inglaterra, donde hice ID:2, que también era un thriller. Y de ahí pasé al terror. Pero debido al conocimiento que tenía de las escenas de acción, empecé a hacer series de acción como Green arrowBlood & treasure, cuya segunda temporada hicimos entre Italia, Tailandia y Montreal y se transmitirá este año; e incluso Walker Texas Ranger.  Y muchas veces pienso en la diferencia que hay entre las películas que veo y las que estoy haciendo. Veo más comedias. Y me gusta mucho el género dramático. Veo SuccessionCobra kai, Stranger things. Ese es mi mundo. Y esas son las cosas que siempre había querido hacer, pero nunca me había atrevido.

—¿Quiere decir que deja el terror, el thriller?

—Creo que por un tiempo, sí. En el futuro me gustaría retomar. Pero yo le tengo miedo a las películas de terror. Creo que empecé a hacerlas porque era una manera de decir: “Vamos a enfrentarlo”. Todos los géneros tienen su atractivo, pero el terror obedece a una maximización de las emociones y a sociedades que necesitan unos efectos adrenalínicos muy altos… y yo no me identifico con eso. Yo soy fanático del cine iraní. Me gustan las películas que tienen buen ritmo, las que te presentan un drama y te confrontan con ciertas cosas. Diría entonces que me conecto con cosas más terrenales, más verdaderas. La vida es muy corta y por eso creo que cada vez me acerco más a las historias que realzan su sentido.

—Sus padres hicieron un cine muy terrenal: Huelepega, Punto y raya,  Sicario.

Creo que el arco de ellos es un poquito distinto, porque partieron de lo terrenal… Pero fíjate que la última etapa de mi madre se inclinó más hacia el surrealismo. Sus películas e incluso sus montajes teatrales iban hacia allá. Mi padre también fue buscando poco a poco otro tipo de proyectos, con historias más universales. Mi arco fue al contrario. Yo empecé con historias surrealistas. Mi primer corto (Cadena reversible, 2006) no lo entendió nadie. Creo que ni yo lo entendía (se ríe). Y a partir de ahí pasé a contar otras historias. Eran thrillers. Eran películas de terror. Eran cosas más complejas. Con el tiempo me he dado cuenta de que no hay nada más difícil que hacer historias simples, sencillas. Mientras más pequeñas son, más difíciles de hacer. Y hay arte en eso. El arte de Cobra kai es enganchar. Y lo hace con una cantidad de historias. Pienso que el día que tenga hijos, es una serie que me gustaría que vieran, porque habla acerca de un balance en el mundo en el que yo creo. Al final muchas veces tendemos a ver solo lo que brilla mucho, las cosas que son muy dramáticas o muy flashy, y le quitamos valor a lo que es realmente importante… esas que tienen  que ver con el día a día.

—¿Qué diría que se ha llevado usted de Rafael Novoa?

Mi padre fue toda mi formación. Yo fui su asistente de dirección en muchas cosas. Y antes de hacer cine, mi padre dirigía en Radio Caracas Televisión. Así que  cuando yo empecé a hacer televisión, le pedí consejos a mi padre acerca de la parte técnica.  Poco a poco fui encontrando mi propio mundo dentro de la televisión. Y hoy tenemos varios proyectos en común, sobre todo en la parte de la creación. Después  de la muerte de mi madre, él y yo nos hemos conectado mucho desde el punto de vista creativo. Probablemente  nuestros caminos se habían distanciado un poco por cosas de la vida, pero ya estamos volviendo a trabajar juntos.

—¿Qué diría que se ha llevado usted de Elia Schneider?

Mis padres siempre fueron dos extremos. Mi padre es la productividad, la eficacia, el cerebro. Mientras que mi madre es el corazón. Si fuera por ella, pasaría un día entero haciendo una escena de dos páginas, lo que es impensable aquí. Pero había algo de ella que a mí me impresionaba: la búsqueda de la excelencia. Y el aprendizaje. Creo que de ella me llevo el sentido de las cosas. Porque para ella todo debía tener sentido. Una anécdota: Ella tenía una biblioteca con 200 o 300 libros. Y yo siempre notaba que leía los mismos. Así que un día le pregunté: “¿Por qué lees ese libro por octava vez? ¿Y por qué lo vuelves a subrayar nuevamente?”. Y ella respondía: “Es que si no lo leo, la clase no sale. Además, yo siempre aprendo algo nuevo”. Siempre estaba formándose, incluso como profesora. Yo he sido lo contrario: más pragmático, más de buscar resultados, y no creo que vaya a dejar de serlo. Pero sospecho que con el tiempo me he convertido más en ella. He integrado mucho ese perfeccionismo, esa necesidad de preparación, de estar aprendiendo constantemente, y de no conformarte . Me llevo de ella que hasta su última semana de vida estuvo activa. Si estaba haciendo una obra de teatro, estaba rodando. una película. Y si no estaba dando una clase, era jurado de un festival y veía las películas tres veces y hacía anotaciones de todas. Su nivel de conexión me lo pasó a mí. Y hoy que está ausente es cuando de verdad estoy empezando a aplicar todo eso.  

—Para Freud, siempre llega el momento de alejarse de los padres.

Una anécdota que siempre contaba mi madre:  Ellos me sacaban de clases para que los acompañara al set de filmación. Puede que eso fuera mal visto en aquel momento, pero hoy me doy cuenta de que eso me ayudó. Pero yo siempre estuve en constante rebeldía con ellos. Como a mí me gustaba la dirección, mi madre me decía: “¿Por qué no trabajas conmigo?”. Pero a mí lo que me gustaba al principio era servir vasos de agua. Y en las primeras películas, yo estuve todo el tiempo con los vasos de agua. Después fue que hice “la claqueta”. Pero durante toda esa primera etapa era como un niño que no quería que la gente viera que era aventajado. Porque tenía ventaja. Y eso era inevitable. Era una rebeldía infantil, y por eso a la hora de la comida no estaba con mis padres. Y durante los viajes, yo pedía que me ubicaran en las habitaciones de los técnicos. No quería que me vieran con ellos. Quería hacer mi propio mundo, trazar mi propio camino . Es muy difícil criarse con las personalidades de mis padres.

—Debe tener una definición muy particular acerca del cine. ¿Qué es para usted?

Para bien o para mal, es lo que he respirado toda la vida y sigo respirando. Para mí, es lo más parecido a una religión. Es la droga que puede destruirme la vida y, al mismo tiempo, la cura que puede salvármela. Yo soy abogado. Estudié derecho. Pero esto es algo que he respirado desde muy pequeño. Así que para mí lo más difícil de la vida es poder convivir con las cosas que no tienen que ver con cine.

—Martin Scorsese decía años atrás que el cine se estaba convirtiendo en un parque de atracciones…

Mi punto de vista es un poco distinto al de Scorsese. Cuando empezó el cine, las críticas eran las mismas que se le hacen hoy. Que es como un parque de atracciones. Yo lo que creo es que el mundo va cambiando y siempre va a existir una industria comercial a un lado. Pero en esos mundos comerciales siempre aparecen destellos de arte, de cine. Yo no soy particularmente fanático de las películas de Marvel, pero ahí está El caballero oscuro, de (Christopher) Nolan. Es una película que se distingue, pese a estar enmarcada dentro del mundo de DC Comics. Y ese es solo un ejemplo de lo que se puede hacer. Se pueden romper muchos moldes. Y eso es lo que respeto de Netflix,  que no es perfecto, pero está tratando de rescatar el cine de mediano presupuesto.  Porque durante mucho tiempo el cine apostó básicamente por proyectos de macro presupuestos imposibles. Proyectos que estaban hechos a la medida del consumidor. Y también se hicieron películas con micro presupuestos que nadie ve. Bueno, ese presupuesto mediano lo ha adoptado hoy la televisión. Y por eso yo estoy tan interesado en la televisión. Porque hoy lo más cercano que tenemos a una buena película es Succession.

—Que por cierto… es Shakespeare.

Game of thrones, hablando de Shakespeare. El arte se está yendo cada vez más a la pantalla de la televisión. Está ocurriendo cada vez más. Y por eso a mí me gusta mucho ese punto medio.

—Me queda la impresión de que se queda usted en la televisión.

No. Es verdad que le estoy apostando cada vez más a la televisión, porque siento que ha alcanzado unos niveles de profundidad importantes a los que la gente responde cada vez mejor; y donde puedes hacer arte y lograr aprecio del público al mismo tiempo. Estoy en la televisión desde 2016. Hice Green arrow durante dos o tres años. Y mi esposa y yo tenemos una compañía de producción y acabamos de hacer El gato negro, una serie con Diego Boneta basada en un cómic de Richard Domínguez. El piloto lo dirige Robert Rodríguez. Es un proyecto que comenzamos en la sala de mi casa y se volvió gigante. Pero ahora mismo tengo varios proyectos de cine y estoy viendo más hacia nuestro continente. Quiero volver a hacer cosas en español, cosas que nos involucren a nosotros como sociedad. Incluso me encantaría volver a Venezuela en el futuro.

eldiario.com

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El cineasta venezolano Joel Novoa: “Cobra Kai ha unido a varias generaciones”

Foto El Nacional

Por Simón Villamizar

El realizador venezolano se puso detrás de las cámaras de la serie furor de la plataforma de Netflix, que solo en el mes de enero lleva 171 millones de horas de reproducción en el mundo entero. Dirigió nada menos que la revancha entre Danny LaRusso y Johnny Lawrence, los personajes de la cult movie Karate kid. Y en la quinta, confiesa, tuvo a su cargo la mitad de la temporada. Apenas dos de las sorpresas que tiene para 2022

Sus padres, los cineastas venezolanos Elia Schneider y José Ramón Novoa, le insistieron una y otra vez que probara temprano con la dirección. Pero Joel Novoa, que era un crío, confiesa que entonces sufría de “rebeldía infantil”, y prefería servir más bien los vasos de agua durante los rodajes. Los vasos de absolutamente todo el equipo de filmación. O también “llevar la claqueta”.

No quería, explica, que lo vieran como un chico aventajado. Así que a la hora de la comida, elegía sentarse con los técnicos. Y durante los viajes de rodaje, no dormía en la misma habitación junto con sus padres: pedía que lo ubicaran con los camarógrafos. O con alguien de la iluminación.

«Era difícil criarse con las personalidades de mis padres. Y yo quería crear mi propio camino, mi propio mundo”, cuenta él, que se graduó de abogado, que solo ejerció durante un año en el área de propiedad intelectual, y que sin embargo no pudo llevar la contraria al llamado de los genes. No solo codirigió las últimas películas de Elia Schneider. A los 20 años dirigió su primer cortometraje: Cadena reversible (2006). A los 23 rodó el segundo: Zona cero (2009). Y a los 27 estrenó su primer largometraje: Esclavo de Dios (2013).»

En 2022, con 36 años, se ha convertido en el director de dos capítulos de la serie furor de la plataforma de Netflix: Cobra Kai, que solo en enero ha alcanzado 179 millones de horas vistas en el mundo entero, y que está inspirada en la saga cinematográfica de Kárate kid. Y en la quinta, deja escapar, ha estado al frente de la mitad de la temporada. Apenas una de las sorpresas que se ha reservado para los próximos meses.

—Usted no vivió en furor de Kárate kid (1984), porque no había nacido…

—Fíjate que sí. Yo nací en 1986, pero recuerda que en Venezuela existía algo que se llamaba “Cine millonario” y todos los domingos pasaban las mismas películas en la televisión. Así que la vi al menos unas ocho veces. Y siempre conectaba porque es la historia del underdog: el niño que llega de la nada, que de pronto agarra la fuerza, y entonces visita el otro lado. En ese momento estaba muy marcado quiénes eran los buenos y quiénes los malos. Y creo que eso es precisamente lo que ha cambiado en el mundo. También vi la segunda y la tercera parte, aunque no tuvieron la importancia de la original. Vi incluso la que hizo Will Smith. Son películas que forman parte del diccionario hollywoodense de todos.

—¿Cómo fue que llegó Cobra Kai?

—Fue una mezcla de fortuna, suerte y trabajo. Yo soy fan de la serie desde la primera temporada, cuando apareció en YouTube, y muy poca gente la veía. Mi amigo Manuel Trotta, que es director de cine, me la recomendó y desde ese momento quedé enganchado. No soy muy fan de las adaptaciones que se hacen hoy, pero Cobra kai logró hacer algo distinto. Y lo hizo respetando la película original, algo que yo no había visto antes. Y eso me conectó. Resulta que yo estaba rodando la segunda temporada de la serie Blood & treasure en Tailandia para CBS y llamaron al escritor para que les recomendara un director… y lo hizo. Él sabía que yo era un fanático de la serie. Así que me reuní con el equipo. Pero no para dirigir Cobra kai, sino para hacer otro show que ellos estaban produciendo. Yo estaba en mi oficina y en plena conversación, uno de los showrunners me dice: “¿Esa figurita que tienes ahí atrás es un Johnny Lawrence?”. Y yo, un poco apenado, le conté que la Funko Pop Figure me la había regalado mi esposa porque soy fan de la serie y hasta había analizado todos los episodios. Así que la reunión, que se supone era de 20 minutos, duró dos horas. Pero pasaron muchos meses para que se diera. Yo no estoy acostumbrado a que las cosas que quiero, se me den.

—Y sin embargo se le dio…

—Pero fíjate que en ese momento estaba haciendo un proyecto entre Colombia y México y justo nos suspendieron la serie por causa del coronavirus. Fue antes de que se dieran a conocer las vacunas. Yo estaba deprimido. Volví a casa y justo al llegar a Los Ángeles me llamaron para decirme que se les había “caído” un director y que podía quedarme con dos episodios de Cobra kai.

—¿Por qué cree que Cobra kai ha logrado emocionar a tantas personas?

—Porque creo que la serie ha logrado cosas muy interesantes. Lo primero es que Karate kid era un drama, y la han terminado convirtiendo en una comedia. Porque por más que tenga toques dramáticos, Cobra kai es una comedia. Y eso se ha hecho muy poco. La mayoría de los remakes se mantiene dentro de un mismo género. Y yo a veces pienso: “¿Y si uno convierte una comedia de los noventa en un drama? Podrías hacerlo incluso con algún personaje de Friends o The office. El potencial que hay allí es increíble. Pero Cobra kai es entonces una serie que solo se toma en serio a sí misma hasta cierto punto. Lo ves cuando hay una pelea gigante: los states están todos puestos en la línea, los personajes están en su momento de mayor tensión, y de repente viene alguien y hace un comentario gracioso que te hace recordar que es una serie con un balance importante. Tiene sentido del humor, pero al mismo tiempo tiene drama. Te guste o no, eso te conecta.

—Cobra kai ha logrado unir además a generaciones muy distintas…

—Eso es lo segundo. Creo que eso solo lo había hecho muy bien Stranger things, que le gusta a los jóvenes y también a nosotros, que vivimos toda la onda ochentera. Cobra kai lo hace muy inteligentemente porque por un lado tiene la historia de los senseis,  Daniel LaRusso y Johnny Lawrence, a quienes vimos en nuestra infancia. Y por el otro lado, tiene a estos niños que pertenecen a una nueva generación. Pero tiene otros elementos importantes. A mí me tocó dirigir dos episodios de la cuarta temporada: el de la famosa revancha y otro que, para mí, representa el verdadero espíritu del show. En el quinto capítulo, Johnny tiene que regresar al colegio para reclutar nuevos estudiantes y se da el enfrentamiento entre las dos generaciones. Porque Johnny es un tipo que no tiene ni idea de la cultura políticamente correcta en la que estamos viviendo, así que tiene que adaptarse a esa nueva cultura, que es, digamos, más ofendida. Y entonces  vemos que Cobra kai no hace juicios de valor. Simplemente te dice: “Esto es lo que era antes” y  “Esto es lo que sucede ahora”. Y él tiene que caerse a golpes para ver cómo llega a algo. Eso es lo que más me gusta de la serie. Y creo que es lo que más le gusta a la gente. Uno no se siente juzgado, porque no hay buenos ni malos. Simplemente hay personajes. 

—Digamos que a usted le tocó dirigir uno de los capítulos más importantes de la cuarta temporada: la revancha entre Danny LaRusso y Johnny Lawrence sobre el cuadrilátero.

—Y yo estaba muy nervioso. Ya no tanto, porque en la quinta temporada dirigí muchos episodios más y ya soy de la familia. Pero una semana después de conocer a Ralph Macchio y a Wiliam Sabka, me tocó rodar precisamente la pelea entre ellos. Ya sabes: ellos no te conocen, tú no los conoces. Y al principio es difícil. Yo estaba muy tenso porque era una pelea enorme y me tocó hacerla toda en una noche. Una pelea implica grabar para todos lados.  Eran cinco puntos, reacciones… Pero mi esposa (Marilú Godinez) y yo nos habíamos preparado muy bien: generamos gráficos, hicimos un análisis de la primera película. Y una de las cosas más interesantes de ese capítulo es que calcamos muchos cuadros de la pelea de Karate kid. De hecho, hay varios cuadros. Como el momento en el que Daniel LaRusso levanta las manos. Pero esta es una pelea distinta, más graciosa,  porque todos en el público son niños. Es distinta al torneo de la película original, que se lo tomaba muy en serio. Pero igual tratamos de darle cierta nostalgia. El equipo de dobles de esta serie es increíble, creo que es el mejor que he tenido en mi vida, pero 90 % de la pelea fue hecha por Ralph y Johnny. Porque una de las cosas que habíamos hablado previamente es que se trataba de dos personajes que ya tienen casi 60 años, y por lo tanto no tenía que ser una pelea ágil, tipo videojuego. Debía tener ciertos momentos… pero sobre todo se tenía que ver real. Y la filosofía era que fuera verdadera y perfecta, así que no podía tener la misma intensidad de hace 30 años. Creo que lo que salió bien fue gracias a una mezcla de planificación y apoyo de actores. Después de ese día me relajé mucho.

—Uno supone que tendrá muchas anécdotas de grabación tanto con Ralph Macchio como con Johnny Lawrence.

—Siempre es difícil conseguir una anécdota específica, pero cuando conocí a Ralph me di cuenta de que era un tipo muy interesante y preparado. Es el que llega primero. Y el que siempre sabe dónde va la cámara. Y el primer día de rodaje, entre toma y toma, comenzó a contarme todas sus historias de la época de Outsiders, con Francis Ford Coppola. O recordaba por ejemplo la cantidad de cámaras con la que se había rodado la pelea de Karate kid, y yo pensaba: “Aquí tenemos dos o tres, ¿cómo voy a hacer para estar a la altura?”. Mientras que por el otro lado está “Billy” Zabka. Muy poca gente lo sabe, pero William es escritor y estuvo nominado a un Oscar por un cortometraje (Most, 2013). Y además tiene mucha idea del drama, así que sabe perfectamente cómo encaminar a ese personaje despreocupado, borracho, y escéptico que es Billy. Ralph y él tienen en común que son unos outsiders. Son rarezas en esta industria y tienen una humildad verdadera. Por más que han interpretado personajes increíbles en Hollywood, les gusta estar ahí (en el plató). Y sobre todo lo disfrutan.

—¿Qué pensó cuando vio los capítulos que dirigió?

—Creo que primero los vi como un fanático. Dije: “Wow, no puedo creer que haya hecho esto, que haya encaminado a estos personajes”. Claro, siempre están las cosas de edición. Y que luego dices: “¿Por qué no lo hice de esta manera?”. Pero eso me ocurrirá hasta el día que me muera. Así que sobre todo sentí agradecimiento. Porque puede que sea simbólico, pero todo esto ocurrió justo después de la muerte de mi madre. Me acuerdo que fue un momento como muy turbio y desordenado por muchas razones. Porque todos los planes se me iban para la basura. Porque de hecho yo rechacé una cantidad de proyectos y dejé de trabajar, porque quería estar tranquilo con el duelo. Y después vino la ansiedad típica de “no estoy haciendo nada y me estoy quedando atrás”. Pero si hubiera tomado cualquiera de los proyectos que me propusieron, y si hubiera estado al frente del trabajo que tenía antes de la pandemia de covid, no hubiera conseguido esto. Y entonces esto fue como un premio del destino. Y sentí mucho agradecimiento.

—¿Cómo encaja Cobra kai en su carrera como cineasta? Comenzó usted en el thriller…

—Digamos que yo empecé la carrera por un lado más intelectual. Sí, comencé por el thriller con Esclavo de Dios. Luego me fui a Inglaterra, donde hice ID:2, que también era un thriller. Y de ahí pasé al terror. Pero debido al conocimiento que tenía de las escenas de acción, empecé a hacer series de acción como Green arrowBlood & treasure, cuya segunda temporada hicimos entre Italia, Tailandia y Montreal y se transmitirá este año; e incluso Walker Texas Ranger.  Y muchas veces pienso en la diferencia que hay entre las películas que veo y las que estoy haciendo. Veo más comedias. Y me gusta mucho el género dramático. Veo SuccessionCobra kai, Stranger things. Ese es mi mundo. Y esas son las cosas que siempre había querido hacer, pero nunca me había atrevido.

—¿Quiere decir que deja el terror, el thriller?

—Creo que por un tiempo, sí. En el futuro me gustaría retomar. Pero yo le tengo miedo a las películas de terror. Creo que empecé a hacerlas porque era una manera de decir: “Vamos a enfrentarlo”. Todos los géneros tienen su atractivo, pero el terror obedece a una maximización de las emociones y a sociedades que necesitan unos efectos adrenalínicos muy altos… y yo no me identifico con eso. Yo soy fanático del cine iraní. Me gustan las películas que tienen buen ritmo, las que te presentan un drama y te confrontan con ciertas cosas. Diría entonces que me conecto con cosas más terrenales, más verdaderas. La vida es muy corta y por eso creo que cada vez me acerco más a las historias que realzan su sentido.

—Sus padres hicieron un cine muy terrenal: Huelepega, Punto y raya,  Sicario.

Creo que el arco de ellos es un poquito distinto, porque partieron de lo terrenal… Pero fíjate que la última etapa de mi madre se inclinó más hacia el surrealismo. Sus películas e incluso sus montajes teatrales iban hacia allá. Mi padre también fue buscando poco a poco otro tipo de proyectos, con historias más universales. Mi arco fue al contrario. Yo empecé con historias surrealistas. Mi primer corto (Cadena reversible, 2006) no lo entendió nadie. Creo que ni yo lo entendía (se ríe). Y a partir de ahí pasé a contar otras historias. Eran thrillers. Eran películas de terror. Eran cosas más complejas. Con el tiempo me he dado cuenta de que no hay nada más difícil que hacer historias simples, sencillas. Mientras más pequeñas son, más difíciles de hacer. Y hay arte en eso. El arte de Cobra kai es enganchar. Y lo hace con una cantidad de historias. Pienso que el día que tenga hijos, es una serie que me gustaría que vieran, porque habla acerca de un balance en el mundo en el que yo creo. Al final muchas veces tendemos a ver solo lo que brilla mucho, las cosas que son muy dramáticas o muy flashy, y le quitamos valor a lo que es realmente importante… esas que tienen  que ver con el día a día.

—¿Qué diría que se ha llevado usted de Rafael Novoa?

Mi padre fue toda mi formación. Yo fui su asistente de dirección en muchas cosas. Y antes de hacer cine, mi padre dirigía en Radio Caracas Televisión. Así que  cuando yo empecé a hacer televisión, le pedí consejos a mi padre acerca de la parte técnica.  Poco a poco fui encontrando mi propio mundo dentro de la televisión. Y hoy tenemos varios proyectos en común, sobre todo en la parte de la creación. Después  de la muerte de mi madre, él y yo nos hemos conectado mucho desde el punto de vista creativo. Probablemente  nuestros caminos se habían distanciado un poco por cosas de la vida, pero ya estamos volviendo a trabajar juntos.

—¿Qué diría que se ha llevado usted de Elia Schneider?

Mis padres siempre fueron dos extremos. Mi padre es la productividad, la eficacia, el cerebro. Mientras que mi madre es el corazón. Si fuera por ella, pasaría un día entero haciendo una escena de dos páginas, lo que es impensable aquí. Pero había algo de ella que a mí me impresionaba: la búsqueda de la excelencia. Y el aprendizaje. Creo que de ella me llevo el sentido de las cosas. Porque para ella todo debía tener sentido. Una anécdota: Ella tenía una biblioteca con 200 o 300 libros. Y yo siempre notaba que leía los mismos. Así que un día le pregunté: “¿Por qué lees ese libro por octava vez? ¿Y por qué lo vuelves a subrayar nuevamente?”. Y ella respondía: “Es que si no lo leo, la clase no sale. Además, yo siempre aprendo algo nuevo”. Siempre estaba formándose, incluso como profesora. Yo he sido lo contrario: más pragmático, más de buscar resultados, y no creo que vaya a dejar de serlo. Pero sospecho que con el tiempo me he convertido más en ella. He integrado mucho ese perfeccionismo, esa necesidad de preparación, de estar aprendiendo constantemente, y de no conformarte . Me llevo de ella que hasta su última semana de vida estuvo activa. Si estaba haciendo una obra de teatro, estaba rodando. una película. Y si no estaba dando una clase, era jurado de un festival y veía las películas tres veces y hacía anotaciones de todas. Su nivel de conexión me lo pasó a mí. Y hoy que está ausente es cuando de verdad estoy empezando a aplicar todo eso.  

—Para Freud, siempre llega el momento de alejarse de los padres.

Una anécdota que siempre contaba mi madre:  Ellos me sacaban de clases para que los acompañara al set de filmación. Puede que eso fuera mal visto en aquel momento, pero hoy me doy cuenta de que eso me ayudó. Pero yo siempre estuve en constante rebeldía con ellos. Como a mí me gustaba la dirección, mi madre me decía: “¿Por qué no trabajas conmigo?”. Pero a mí lo que me gustaba al principio era servir vasos de agua. Y en las primeras películas, yo estuve todo el tiempo con los vasos de agua. Después fue que hice “la claqueta”. Pero durante toda esa primera etapa era como un niño que no quería que la gente viera que era aventajado. Porque tenía ventaja. Y eso era inevitable. Era una rebeldía infantil, y por eso a la hora de la comida no estaba con mis padres. Y durante los viajes, yo pedía que me ubicaran en las habitaciones de los técnicos. No quería que me vieran con ellos. Quería hacer mi propio mundo, trazar mi propio camino . Es muy difícil criarse con las personalidades de mis padres.

—Debe tener una definición muy particular acerca del cine. ¿Qué es para usted?

Para bien o para mal, es lo que he respirado toda la vida y sigo respirando. Para mí, es lo más parecido a una religión. Es la droga que puede destruirme la vida y, al mismo tiempo, la cura que puede salvármela. Yo soy abogado. Estudié derecho. Pero esto es algo que he respirado desde muy pequeño. Así que para mí lo más difícil de la vida es poder convivir con las cosas que no tienen que ver con cine.

—Martin Scorsese decía años atrás que el cine se estaba convirtiendo en un parque de atracciones…

Mi punto de vista es un poco distinto al de Scorsese. Cuando empezó el cine, las críticas eran las mismas que se le hacen hoy. Que es como un parque de atracciones. Yo lo que creo es que el mundo va cambiando y siempre va a existir una industria comercial a un lado. Pero en esos mundos comerciales siempre aparecen destellos de arte, de cine. Yo no soy particularmente fanático de las películas de Marvel, pero ahí está El caballero oscuro, de (Christopher) Nolan. Es una película que se distingue, pese a estar enmarcada dentro del mundo de DC Comics. Y ese es solo un ejemplo de lo que se puede hacer. Se pueden romper muchos moldes. Y eso es lo que respeto de Netflix,  que no es perfecto, pero está tratando de rescatar el cine de mediano presupuesto.  Porque durante mucho tiempo el cine apostó básicamente por proyectos de macro presupuestos imposibles. Proyectos que estaban hechos a la medida del consumidor. Y también se hicieron películas con micro presupuestos que nadie ve. Bueno, ese presupuesto mediano lo ha adoptado hoy la televisión. Y por eso yo estoy tan interesado en la televisión. Porque hoy lo más cercano que tenemos a una buena película es Succession.

—Que por cierto… es Shakespeare.

Game of thrones, hablando de Shakespeare. El arte se está yendo cada vez más a la pantalla de la televisión. Está ocurriendo cada vez más. Y por eso a mí me gusta mucho ese punto medio.

—Me queda la impresión de que se queda usted en la televisión.

No. Es verdad que le estoy apostando cada vez más a la televisión, porque siento que ha alcanzado unos niveles de profundidad importantes a los que la gente responde cada vez mejor; y donde puedes hacer arte y lograr aprecio del público al mismo tiempo. Estoy en la televisión desde 2016. Hice Green arrow durante dos o tres años. Y mi esposa y yo tenemos una compañía de producción y acabamos de hacer El gato negro, una serie con Diego Boneta basada en un cómic de Richard Domínguez. El piloto lo dirige Robert Rodríguez. Es un proyecto que comenzamos en la sala de mi casa y se volvió gigante. Pero ahora mismo tengo varios proyectos de cine y estoy viendo más hacia nuestro continente. Quiero volver a hacer cosas en español, cosas que nos involucren a nosotros como sociedad. Incluso me encantaría volver a Venezuela en el futuro.

eldiario.com

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