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Las señales que España no ve

Julio Formoso

Por Daniel Lema Rincón

Como si de señales de advertencia se tratasen, España ha sido testigo de la incapacidad que posee para hacer frente a ciertas situaciones que pueden afectar a la sociedad.

Parte de este problema que enfrentamos, viene dado gracias a una globalización hipertrofiada, que nos hace -a unos más que a otros- dependientes de otros países para suplir el abastecimiento de artículos que son, en algunos casos, de primera necesidad.

Nada que decir cuando hablamos de materias primas, en este caso, o se tienen, o no.

Por lo general, en los países que las tienen, el dilema es vivir de las rentas por la venta de esa materia prima, o invertir esas ganacias en desarrollar la capacidad industrial, necesaria para procesar y vender productos acabados.

Invertir las ganacias tomaría algunos años de sacrificios para dicho país, pero aumentaría los recursos propios y la creación de empleo, además de diversificar la economía, trayendo crecimiento y prosperidad al país.

Lamentablemente, los países que tienen grandes reservas de materias primas, prefieren vivir de esa renta sin invertir en su futuro.

Los que no tienen grandes reservas de materias primas, dependen de la capacidad de su industria, y su comercio, para poder negociar con los primeros países, y así determinar el papel de cada uno dentro de esta relación comercial.

Ahora bien, España es un país desarrollado, perteneciente al grupo de países ricos de Europa, aunque su mayor fuerte no estriba, ni en la posesión de grandes reservas de materias primas, ni en la posesión de industrias que provean diversos artículos en ingentes cantidades al mercado.

Ciertamente contamos con grandes constructoras navieras, bancos y puertos de mercancías, y somos una potencia en el sector servicio, así como en la creación de empleo público, entiendase funcionarios con cargos vitalicios.

En cuanto a ser una potencia en la transformación de materias primas para la creación de productos finales propios, o en la producción a gran escala de bienes de primera necesidad, pues no, no lo somos.

Dice el dicho que: «cuando el río suena, es porque piedras trae»; de ahí la importancia de prestar atención a los avisos que nos da la vida.

La primera señal la vimos durante el apogeo del COVID, nos dimos cuenta que no producimos mascarillas, gel hidroalcohólico, guantes, ni mucho menos vacunas. Las empresas que producen esos bienes que resultaron esenciales en una emergencia mundial son chinas, norteamericanas, alemanas, inglesas o francesas.

Esto nos llevó a tener que ponernos en fila para conseguir esos insumos con todo lo que ello conllevó: estafas, duplicidad de pedidos, tiempos de espera, abusos por parte de países con más dinero, y sobre todo, miles de vidas que pudieron ser salvadas.

La segunda señal la estamos viendo estos días aquí en España.

Por un lado, el levantamiento de las restricciones en muchos países casi al mismo tiempo, ha generado un incremento en la demanda de bienes y productos que es imposible de atender al momento, ya que muchas empresas ligadas a la cadena de suministro, tienen muchos menos empleados como consecuencia del COVID, creando un cuello de botella para suplir la demanda.

Este caso afecta por ahora a la hostelería española, especialmente -por ahora también- a las bebidas alcohólicas. Si bien es cierto que lo que falta son marcas importadas, las nacionales están en peligro debido a la falta de botellas, etiquetado e incluso corchos. Tampoco los producimos o si lo hacemos, no lo hacemos en condiciones de suplir la demanda interna.

Como tercera señal, la amenaza de un ataque o el desabastecimiento energético.

Hace unos días la ministra de defensa austríaca Klaudia Tanner, realizó unas declaraciones en las que pone a la población en conocimiento de la posibilidad de un apagón masivo que afecte no solo la electricidad, sino a internet y a las comunicaciones en general.

Este gran apagón, que es posible que se de en algún momento dentro de los próximos cinco años y, que puede afectar a toda Europa -de acuerdo con la ministra-, ha movido a su gobierno a dar a su población indicaciones para prepararse con antelación a esta  situación.

Si algo así afectase España ¿estaríamos preparados? Sería un desafío que pondría a prueba la capacidad de producción, y autoabastecimiento de los países, así se tratase de cortos períodos de tiempo.

De aquí la importancia de diversificar la economía y enfocarnos en la creación de empleos mediante industrias que creen valor a nuestra economía, que creen bienes de consumo y servicio propios.

Aprovechemos que somos campeones en paro juvenil a nivel europeo, un paro que no termina de bajar en torno al  catorce por ciento, y  desarrollar planes de acción que permitan encauzar esa fuerza laboral, de esta manera crear riqueza y ayudar a paliar los efectos de alguna nueva catástrofe global.

Estamos a tiempo, tenemos el potencial, y la capacidad para hacerlo ¡hagamos caso a las señales!

Iberoeconomia.es

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Como si de señales de advertencia se tratasen, España ha sido testigo de la incapacidad que posee para hacer frente a ciertas situaciones que pueden afectar a la sociedad.

Parte de este problema que enfrentamos, viene dado gracias a una globalización hipertrofiada, que nos hace -a unos más que a otros- dependientes de otros países para suplir el abastecimiento de artículos que son, en algunos casos, de primera necesidad.

Nada que decir cuando hablamos de materias primas, en este caso, o se tienen, o no.

Por lo general, en los países que las tienen, el dilema es vivir de las rentas por la venta de esa materia prima, o invertir esas ganacias en desarrollar la capacidad industrial, necesaria para procesar y vender productos acabados.

Invertir las ganacias tomaría algunos años de sacrificios para dicho país, pero aumentaría los recursos propios y la creación de empleo, además de diversificar la economía, trayendo crecimiento y prosperidad al país.

Lamentablemente, los países que tienen grandes reservas de materias primas, prefieren vivir de esa renta sin invertir en su futuro.

Los que no tienen grandes reservas de materias primas, dependen de la capacidad de su industria, y su comercio, para poder negociar con los primeros países, y así determinar el papel de cada uno dentro de esta relación comercial.

Ahora bien, España es un país desarrollado, perteneciente al grupo de países ricos de Europa, aunque su mayor fuerte no estriba, ni en la posesión de grandes reservas de materias primas, ni en la posesión de industrias que provean diversos artículos en ingentes cantidades al mercado.

Ciertamente contamos con grandes constructoras navieras, bancos y puertos de mercancías, y somos una potencia en el sector servicio, así como en la creación de empleo público, entiendase funcionarios con cargos vitalicios.

En cuanto a ser una potencia en la transformación de materias primas para la creación de productos finales propios, o en la producción a gran escala de bienes de primera necesidad, pues no, no lo somos.

Dice el dicho que: «cuando el río suena, es porque piedras trae»; de ahí la importancia de prestar atención a los avisos que nos da la vida.

La primera señal la vimos durante el apogeo del COVID, nos dimos cuenta que no producimos mascarillas, gel hidroalcohólico, guantes, ni mucho menos vacunas. Las empresas que producen esos bienes que resultaron esenciales en una emergencia mundial son chinas, norteamericanas, alemanas, inglesas o francesas.

Esto nos llevó a tener que ponernos en fila para conseguir esos insumos con todo lo que ello conllevó: estafas, duplicidad de pedidos, tiempos de espera, abusos por parte de países con más dinero, y sobre todo, miles de vidas que pudieron ser salvadas.

La segunda señal la estamos viendo estos días aquí en España.

Por un lado, el levantamiento de las restricciones en muchos países casi al mismo tiempo, ha generado un incremento en la demanda de bienes y productos que es imposible de atender al momento, ya que muchas empresas ligadas a la cadena de suministro, tienen muchos menos empleados como consecuencia del COVID, creando un cuello de botella para suplir la demanda.

Este caso afecta por ahora a la hostelería española, especialmente -por ahora también- a las bebidas alcohólicas. Si bien es cierto que lo que falta son marcas importadas, las nacionales están en peligro debido a la falta de botellas, etiquetado e incluso corchos. Tampoco los producimos o si lo hacemos, no lo hacemos en condiciones de suplir la demanda interna.

Como tercera señal, la amenaza de un ataque o el desabastecimiento energético.

Hace unos días la ministra de defensa austríaca Klaudia Tanner, realizó unas declaraciones en las que pone a la población en conocimiento de la posibilidad de un apagón masivo que afecte no solo la electricidad, sino a internet y a las comunicaciones en general.

Este gran apagón, que es posible que se de en algún momento dentro de los próximos cinco años y, que puede afectar a toda Europa -de acuerdo con la ministra-, ha movido a su gobierno a dar a su población indicaciones para prepararse con antelación a esta  situación.

Si algo así afectase España ¿estaríamos preparados? Sería un desafío que pondría a prueba la capacidad de producción, y autoabastecimiento de los países, así se tratase de cortos períodos de tiempo.

De aquí la importancia de diversificar la economía y enfocarnos en la creación de empleos mediante industrias que creen valor a nuestra economía, que creen bienes de consumo y servicio propios.

Aprovechemos que somos campeones en paro juvenil a nivel europeo, un paro que no termina de bajar en torno al  catorce por ciento, y  desarrollar planes de acción que permitan encauzar esa fuerza laboral, de esta manera crear riqueza y ayudar a paliar los efectos de alguna nueva catástrofe global.

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