Inicio Entretenimiento Miguel Ángel Martín: «No sé cómo devolverle a Venezuela tanto cariño»

Miguel Ángel Martín: «No sé cómo devolverle a Venezuela tanto cariño»

Por Hilda Lugo Conde

El actor español de 42 años de edad le ha dado un vuelco a su carrera con Diario de un confinamiento, monólogos de dos minutos que sube a sus redes sociales en los que ironiza, con mucho humor, sobre la experiencia que ha supuesto el encierro para evitar la propagación del covid-19. Ese nuevo personaje que llegó para quedarse por un tiempo, dice, lo ha vuelto famoso no solo en su país. “El público venezolano es muy fan, muy fiel. Le da sentido a todo esto”

«Que quede muy claro algo: estoy abrumado con tantas demostraciones de afecto. No sé cómo devolverle a Venezuela tanto cariño, me tienen el corazón inflado», dice Miguel Ángel Martín, actor español de 42 años de edad, @TuNoMandas en redes sociales porque le cuesta hacer lo que le ordenan, a quien un video que subió en Facebook con la intención de alegrarle los días a sus amigos en tiempos de confinamiento le ha dado un vuelco a una carrera teatral de más de dos décadas.

En el primer video de 1 minuto y 50 segundos que publicó en marzo, cuando en España se cumplía el tercer día del confinamiento por el estado de alarma decretado por el gobierno de Pedro Sánchez, Martín relataba su agenda del día: visita virtual guiada por el Museo del Prado, clase de yoga por skype con un vecino, ver las noticias, aplausos en la terraza para los médicos, cantar «Sobreviviré» de Mónica Naranjo y más, muchas cosas más… «Después del confinamiento yo voy a tener que coger una baja, lo que estoy es sobreexplotado (…) pero coño, dejarme tranquilito, que hasta Netflix me está echando de menos. Por favor, dejarme unos días de confinamiento y relax que yo lo que quiero es echarme una siestecita», remataba.

El monólogo que publicó también en Twitter e Instagram se hizo viral. Hasta circuló por WhastApp. La guinda fue un retuit del escritor Arturo Pérez-Reverte con el comentario: «Maravillosa España de toda la vida. Que esto no lo perdamos nunca. La guasa». Había nacido, entonces, Diario de un confinamiento, que no es otra cosa que la mirada irónica y con mucho humor de Miguel Ángel Martín de estos días de encierro, mientras toma un café y a veces en pijama. Una mirada que aplauden tanto en España como en buena parte de Latinoamérica. Y mucho en Venezuela.

Miguel Ángel Martín estudio Arte Dramático en Málaga y apenas terminó la carrera se fue a Madrid pensando que en la capital de España estaba su futuro como actor. Regresó en unas vacaciones a su tierra y lo vio actuando el director de un espectáculo para niños que se presentaba en un barco de atracciones. Lo contrató. Más nunca se fue.

«El teatro infantil es muy enriquecedor, es un género muy difícil en el que tienes que mantener la atención tanto del niño como de los adultos. Y el truco está en no hablarles a los pequeños como idiotas. Porque no lo son. Son, de hecho, un público muy inteligente», recuerda el actor de sus primeros días.

—¿Quién era Miguel Ángel Martín antes de aquel día de marzo en el que publicó su primer monólogo en Facebook?

Era un actor malagueño que vivía del teatro pasando por temporadas buenas y por otras muy malas. Era conocido dentro de mi profesión, pero un gran desconocido para el gran público. En realidad soy la misma persona, lo que ocurre es que ahora tiene mucha repercusión lo que digo y mis seguidores en redes se han multiplicado. Esto no me ha cambiado para nada. Me ha dado un altavoz y la responsabilidad de llegar a la gente con mi trabajo. Y eso es una fortuna. Es también mi forma de aportar durante estos tiempos.

—¿Pensaba que iba a tener tal aceptación no solo en España, sino en América Latina?

—En ningún momento. Nunca. Hice un video para mis amigos, una gracia de un día. No aspiraba a hacer un diario ni mucho menos. Pero me pidieron que siguiera, siguiera… y seguí. La repercusión al otro lado del charco sigo sin creérmela. Hoy me despierto con un mensaje de un venezolano diciéndome que no me puedo imaginar lo famoso que soy por allá. El público de Venezuela es muy cariñoso, muy fan, muy fiel y le da sentido a todo esto. Es un soplo de energía.

Martín es un amante de la gastronomía venezolana, fanático de las arepas. Y dice que muchas de las referencias que tiene del país son gracias a los libros de Boris Izaguirre, a quien define como una persona encantadora e inteligente. No son amigos, tampoco se conocen. «Tiene un par de libros que, desde una clase media alta, cuenta cómo es Venezuela. Pero la última, Tiempo de tormentas, me parece que retrata muy bien esas dos Venezuela, la más pobre y la más rica, en la que una no mira a la otra. A través de la historia de su familia hace un recorrido maravilloso por el país».

—¿Qué cree que hace de su Diario de un confinamiento algo tan universal?

—Es algo que me he preguntado mucho, porque a veces uso un lenguaje muy malagueño, muy andaluz, así como el contexto. Quizá, incluso, pueda haber alguna palabra que no se entienda. En esos minutos hablo de mí mismo. Al final, no somos seres tan únicos y especiales. La mayoría de nuestras cuestiones vitales las compartimos con los demás. Hablo de lo que pasa en primera persona y la gente se siente identificada porque le pasa a ellos. Creo que es eso.

—¿Cómo llega a esos dos minutos? ¿Hay una preproducción, escribe lo que dirá? ¿Qué hace para no repetirse?

—Déjame decirte que no hago guion y no sé cómo no me repito. Una toma única, en vivo, con mi teléfono. Tengo en mi cabeza mucho de lo que he dicho. Sí pienso sobre lo que me gustaría hablar, pero si lo preparo siento que pierde la naturalidad. Desde que hice el segundo video voy con una libreta y un boli por casa anotando lo que se me ocurre. Quizá estoy fregando los platos y se me ocurre hablar de la limpieza, o algún amigo me comenta alguna experiencia, o veo algo en las noticias que me llama la atención.

—¿Los comentarios que recibe son todos positivos o hay quienes no toleran humor por estos días?

—Hay alguno que lo ha dicho, pero 97% de lo que recibo es positivo. Y todo el mundo entiende que el humor es una manera de llevar esta situación, que no resta para nada. Hace que llevemos la realidad de una mejor manera. Y eso es lo que yo trato de hacer.

—En una situación como la que vivimos, una pandemia, millones de personas que se quedarán sin trabajo, muertes todos los días, ¿estamos para reír?

—No es que estamos, es que la gente necesita reír. La risa ha sido siempre una válvula de escape. El ser humano se ha reído en circunstancias muy extrañas como vía de escape, para drenar. Tenemos que coger fuerzas para salir de esto. Imagínate, nos reímos hasta en funerales.

—¿Hasta dónde no llegaría con Diario de un confinamiento? ¿Hay un límite para el personaje?

—Este personaje es muy neurótico, yo, Miguel Ángel Martín, soy más tranquilo. Mucho más pausado. Y sí, me he puesto varios límites, claro. No me quiero reír de nada que al resto no le haga gracia. Si te digo un chiste y nos reímos los dos, es humor; si no te ríes, no es humor y me estoy riendo de ti. Tampoco quiero caer en palabras malsonantes. En algún momento he dicho alguna en un video y corto de inmediato. No sale.

—¿Conocía al humorista que habita en usted o ha sido un total descubrimiento?

—Ha sido un total descubrimiento. No sabía que tenía un monologuista dentro de mí. Esto ha sido una reinvención maravillosa e improvisada. Debo darle las gracias a la pandemia, al confinamiento porque ha nacido un personaje para quedarse por un tiempo.

—¿Piensa dedicarse al humor en el futuro?

—Creo que mientras el público lo quiera y me pidan que continúe, estaré. Hay quienes incluso me dicen que lleve el personaje al teatro. Vamos a ver. Al fin y al cabo uno trabaja para el público. Cuando crea que es suficiente, lo dejaré.

—¿Cómo se lidia con eso que llaman fama? ¿Le interesa?

—La fama me pilla en un tiempo tan raro que casi no lo he notado. Sí se han multiplicado mis seguidores y tengo que medir un poco lo que voy publicando en redes, ser más responsable. Pero estoy en mi casa, nadie me pide autógrafos ni fotos. Es una fama muy relativa. Además, nadie está preparado para la fama. Esta es una cosa de redes, de viralidad que me ha pillado maduro, con la cabeza en mi sitio.  Lo disfruto sin darle mucha importancia.

—¿Cómo vive Miguel Ángel Martín estos días de pandemia? ¿Siente temor? ¿Le inquieta el futuro?

—En España, afortunadamente, estamos viendo luz. Ahora, para el mundo de la cultura todo está muy complicado. Hay mucha incertidumbre laboral. Pero soy optimista. La reinvención me ha llegado sin pensarlo. Y si el público no puede entrar al teatro, pues el teatro tendrá que salir a la calle. Vivo día a día. Sin perder el miedo y teniendo mucha precaución.

—¿Cómo ciudadano español, qué opina del manejo de esta crisis por parte del gobierno?

—Creo que ningún gobierno estuvo preparado para esto. En estos momentos hay que sumar, no dividir. Quien crea que ha hecho algo mal que aporte la solución. Tanto de un lado como de otro. Hay que unirnos. Solo eso.

—¿Y el futuro de la cultura?

—Eso me inquieta mucho, por ejemplo. Porque cuando llega la crisis la cultura siempre es la primera que se resiente y la última que se recupera. Pero lo importante es que la gente tiene ganas de arte, de teatro, de música. Y eso nos da fortaleza para volver. La cultura ha salvado del confinamiento a más de una persona.

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«Que quede muy claro algo: estoy abrumado con tantas demostraciones de afecto. No sé cómo devolverle a Venezuela tanto cariño, me tienen el corazón inflado», dice Miguel Ángel Martín, actor español de 42 años de edad, @TuNoMandas en redes sociales porque le cuesta hacer lo que le ordenan, a quien un video que subió en Facebook con la intención de alegrarle los días a sus amigos en tiempos de confinamiento le ha dado un vuelco a una carrera teatral de más de dos décadas.

En el primer video de 1 minuto y 50 segundos que publicó en marzo, cuando en España se cumplía el tercer día del confinamiento por el estado de alarma decretado por el gobierno de Pedro Sánchez, Martín relataba su agenda del día: visita virtual guiada por el Museo del Prado, clase de yoga por skype con un vecino, ver las noticias, aplausos en la terraza para los médicos, cantar «Sobreviviré» de Mónica Naranjo y más, muchas cosas más… «Después del confinamiento yo voy a tener que coger una baja, lo que estoy es sobreexplotado (…) pero coño, dejarme tranquilito, que hasta Netflix me está echando de menos. Por favor, dejarme unos días de confinamiento y relax que yo lo que quiero es echarme una siestecita», remataba.

El monólogo que publicó también en Twitter e Instagram se hizo viral. Hasta circuló por WhastApp. La guinda fue un retuit del escritor Arturo Pérez-Reverte con el comentario: «Maravillosa España de toda la vida. Que esto no lo perdamos nunca. La guasa». Había nacido, entonces, Diario de un confinamiento, que no es otra cosa que la mirada irónica y con mucho humor de Miguel Ángel Martín de estos días de encierro, mientras toma un café y a veces en pijama. Una mirada que aplauden tanto en España como en buena parte de Latinoamérica. Y mucho en Venezuela.

Miguel Ángel Martín estudio Arte Dramático en Málaga y apenas terminó la carrera se fue a Madrid pensando que en la capital de España estaba su futuro como actor. Regresó en unas vacaciones a su tierra y lo vio actuando el director de un espectáculo para niños que se presentaba en un barco de atracciones. Lo contrató. Más nunca se fue.

«El teatro infantil es muy enriquecedor, es un género muy difícil en el que tienes que mantener la atención tanto del niño como de los adultos. Y el truco está en no hablarles a los pequeños como idiotas. Porque no lo son. Son, de hecho, un público muy inteligente», recuerda el actor de sus primeros días.

—¿Quién era Miguel Ángel Martín antes de aquel día de marzo en el que publicó su primer monólogo en Facebook?

Era un actor malagueño que vivía del teatro pasando por temporadas buenas y por otras muy malas. Era conocido dentro de mi profesión, pero un gran desconocido para el gran público. En realidad soy la misma persona, lo que ocurre es que ahora tiene mucha repercusión lo que digo y mis seguidores en redes se han multiplicado. Esto no me ha cambiado para nada. Me ha dado un altavoz y la responsabilidad de llegar a la gente con mi trabajo. Y eso es una fortuna. Es también mi forma de aportar durante estos tiempos.

—¿Pensaba que iba a tener tal aceptación no solo en España, sino en América Latina?

—En ningún momento. Nunca. Hice un video para mis amigos, una gracia de un día. No aspiraba a hacer un diario ni mucho menos. Pero me pidieron que siguiera, siguiera… y seguí. La repercusión al otro lado del charco sigo sin creérmela. Hoy me despierto con un mensaje de un venezolano diciéndome que no me puedo imaginar lo famoso que soy por allá. El público de Venezuela es muy cariñoso, muy fan, muy fiel y le da sentido a todo esto. Es un soplo de energía.

Martín es un amante de la gastronomía venezolana, fanático de las arepas. Y dice que muchas de las referencias que tiene del país son gracias a los libros de Boris Izaguirre, a quien define como una persona encantadora e inteligente. No son amigos, tampoco se conocen. «Tiene un par de libros que, desde una clase media alta, cuenta cómo es Venezuela. Pero la última, Tiempo de tormentas, me parece que retrata muy bien esas dos Venezuela, la más pobre y la más rica, en la que una no mira a la otra. A través de la historia de su familia hace un recorrido maravilloso por el país».

—¿Qué cree que hace de su Diario de un confinamiento algo tan universal?

—Es algo que me he preguntado mucho, porque a veces uso un lenguaje muy malagueño, muy andaluz, así como el contexto. Quizá, incluso, pueda haber alguna palabra que no se entienda. En esos minutos hablo de mí mismo. Al final, no somos seres tan únicos y especiales. La mayoría de nuestras cuestiones vitales las compartimos con los demás. Hablo de lo que pasa en primera persona y la gente se siente identificada porque le pasa a ellos. Creo que es eso.

—¿Cómo llega a esos dos minutos? ¿Hay una preproducción, escribe lo que dirá? ¿Qué hace para no repetirse?

—Déjame decirte que no hago guion y no sé cómo no me repito. Una toma única, en vivo, con mi teléfono. Tengo en mi cabeza mucho de lo que he dicho. Sí pienso sobre lo que me gustaría hablar, pero si lo preparo siento que pierde la naturalidad. Desde que hice el segundo video voy con una libreta y un boli por casa anotando lo que se me ocurre. Quizá estoy fregando los platos y se me ocurre hablar de la limpieza, o algún amigo me comenta alguna experiencia, o veo algo en las noticias que me llama la atención.

—¿Los comentarios que recibe son todos positivos o hay quienes no toleran humor por estos días?

—Hay alguno que lo ha dicho, pero 97% de lo que recibo es positivo. Y todo el mundo entiende que el humor es una manera de llevar esta situación, que no resta para nada. Hace que llevemos la realidad de una mejor manera. Y eso es lo que yo trato de hacer.

—En una situación como la que vivimos, una pandemia, millones de personas que se quedarán sin trabajo, muertes todos los días, ¿estamos para reír?

—No es que estamos, es que la gente necesita reír. La risa ha sido siempre una válvula de escape. El ser humano se ha reído en circunstancias muy extrañas como vía de escape, para drenar. Tenemos que coger fuerzas para salir de esto. Imagínate, nos reímos hasta en funerales.

—¿Hasta dónde no llegaría con Diario de un confinamiento? ¿Hay un límite para el personaje?

—Este personaje es muy neurótico, yo, Miguel Ángel Martín, soy más tranquilo. Mucho más pausado. Y sí, me he puesto varios límites, claro. No me quiero reír de nada que al resto no le haga gracia. Si te digo un chiste y nos reímos los dos, es humor; si no te ríes, no es humor y me estoy riendo de ti. Tampoco quiero caer en palabras malsonantes. En algún momento he dicho alguna en un video y corto de inmediato. No sale.

—¿Conocía al humorista que habita en usted o ha sido un total descubrimiento?

—Ha sido un total descubrimiento. No sabía que tenía un monologuista dentro de mí. Esto ha sido una reinvención maravillosa e improvisada. Debo darle las gracias a la pandemia, al confinamiento porque ha nacido un personaje para quedarse por un tiempo.

—¿Piensa dedicarse al humor en el futuro?

—Creo que mientras el público lo quiera y me pidan que continúe, estaré. Hay quienes incluso me dicen que lleve el personaje al teatro. Vamos a ver. Al fin y al cabo uno trabaja para el público. Cuando crea que es suficiente, lo dejaré.

—¿Cómo se lidia con eso que llaman fama? ¿Le interesa?

—La fama me pilla en un tiempo tan raro que casi no lo he notado. Sí se han multiplicado mis seguidores y tengo que medir un poco lo que voy publicando en redes, ser más responsable. Pero estoy en mi casa, nadie me pide autógrafos ni fotos. Es una fama muy relativa. Además, nadie está preparado para la fama. Esta es una cosa de redes, de viralidad que me ha pillado maduro, con la cabeza en mi sitio.  Lo disfruto sin darle mucha importancia.

—¿Cómo vive Miguel Ángel Martín estos días de pandemia? ¿Siente temor? ¿Le inquieta el futuro?

—En España, afortunadamente, estamos viendo luz. Ahora, para el mundo de la cultura todo está muy complicado. Hay mucha incertidumbre laboral. Pero soy optimista. La reinvención me ha llegado sin pensarlo. Y si el público no puede entrar al teatro, pues el teatro tendrá que salir a la calle. Vivo día a día. Sin perder el miedo y teniendo mucha precaución.

—¿Cómo ciudadano español, qué opina del manejo de esta crisis por parte del gobierno?

—Creo que ningún gobierno estuvo preparado para esto. En estos momentos hay que sumar, no dividir. Quien crea que ha hecho algo mal que aporte la solución. Tanto de un lado como de otro. Hay que unirnos. Solo eso.

—¿Y el futuro de la cultura?

—Eso me inquieta mucho, por ejemplo. Porque cuando llega la crisis la cultura siempre es la primera que se resiente y la última que se recupera. Pero lo importante es que la gente tiene ganas de arte, de teatro, de música. Y eso nos da fortaleza para volver. La cultura ha salvado del confinamiento a más de una persona.

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