La alta alcurnia iberoamericana está expulsando del barrio Salamanca de Madrid a la tradicional, y autóctona, clase burguesa. Los edificios más emblemáticos del barrio más caro de la capital española están siendo adquiridos por familias millonarias procedentes fundamentalmente de Venezuela, Colombia y México, que pagan unas cantidades tan elevadas por estas propiedades que irremediablemente obligan a las familias madrileñas a desplazarse a barrios contiguos.
Sobre las nueve de la mañana de un jueves soleado de mayo, el jardín interior del hall del número 11 de la calle Príncipe de Vergara capta la atención de los viandantes. José Luis, el conserje, charla amenamente con uno de los vecinos que viste ropa deportiva y se dispone a salir a hacer ejercicio. Es venezolano y tiene más o menos la misma edad que Patricia, otra compatriota que no puede atender a Notimérica porque sale en ese momento a hacer sus recados diarios. Ambos son jubilados.
Con la venta de ese emblemático edificio cercano al retiro en el año 2012 a un pequeño grupo inversor venezolano comenzó este fenómeno. Inversores que, asustados por la devaluación de la moneda en sus países de origen, así como por lo que consideran falta de seguridad jurídica, comenzaron a invertir sus fortunas en propiedades españolas, posiblemente también motivados por la ley que el Gobierno de Mariano Rajoy aprobó en 2013 por la que aquellas personas que invirtiesen más de 500.000 euros en vivienda adquirían automáticamente la residencia en España.
Las familias más poderosas de Iberoamérica han encontrado en el barrio Salamanca la mezcla perfecta entre seguridad y glamour. La seguridad se la proporciona el hecho de saber que están invirtiendo sus activos en inmuebles que difícilmente perderán valor y el glamour, el saberse parte de la tradicional burguesía madrileña. Por esta razón, explican a Notimérica desde diversas inmobiliarias de la zona que trabajan únicamente con pisos exclusivos, prefieren el barrio Salamanca que urbanizaciones como La Finca, en la localidad de Pozuelo.
A estas nuevas fortunas, aseguran, les gusta sentirse parte de la ‘jet’ española, salir a pasear y dejarse ver. Y esto último, advierten, no se lo ofrecen los «nuevos barrios ricos, sino las calles del centro».
Ese edificio de catorce viviendas en Príncipe de Vergara fue vendido por veinticuatro millones de euros a un grupo de inversores que rehabilitaron el inmueble y construyeron viviendas de lujo. Lo mismo que ocurrió con otra finca de la calle Lagasca, concretamente en el número 19. En ella, 10 apartamentos totalmente rehabilitados en los que no vive nadie. En la propiedad tan solo se encuentra Alejandra, la persona encargada de ir tres horas al día para hacer frente a la limpieza y el mantenimiento del edificio.
Cuenta Alejandra a Notimérica que desde que en 2015 se adquirieron estas viviendas, la mayoría de ellas por ciudadanos mexicanos, han permanecido prácticamente cerradas. «Ni siquiera las tienen alquiladas, vienen dos o tres días al año y se vuelven a marchar», confiesa.
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