Tita Thyssen, los marqueses de Griñón, Albert Rivera o Tamara Falcó se mezclaron en los salones del Ritz para homenajear a la tenista.
La carrera de la hispano-venezolana Garbiñe Muguruza se podría comparar con las burbujas de las copas que los invitados a la ceremonia (y posterior fiesta) de entrega de los Premios Personaje Vanity Fair levantaron anoche para brindar: ascendente e imparable. La personalidad chispeante de Garbiñe, quien con solo 24 años ya forma parte junto a Manolo Santana, Rafa Nadal y Conchita Martínez de la élite de tenistas españoles que ha vencido en Wimbledon, también admite un paralelismo con el champán. Anoche hizo caer rendidos a todos los invitados a la velada de entrega del galardón, que resultó un éxito gracias a la colaboración de Julius Baer y Gucci.
Los motivos por los que Garbiñe Muguruza ha sido elegida como Personaje del Año Vanity Fair 2017 tienen que ver, precisamente, tanto con su personalidad como con sus éxitos deportivos. Y eso es algo que quiso dejar muy claro el director de Vanity Fair España, Alberto Moreno, a lo largo de su discurso. Su humilidad, su carisma y su amabilidad son incluso más conmovedores que su victoria frente a Venus Williams.
Que la fiesta de Vanity Fair se celebrase en los salones del madrileño Ritz tiene cierta connotación poética: el hotel fue inaugurado en 1910 por un amante del tenis, el rey Alfonso XIII.
A las 9 de la noche los invitados empezaron a desfilar sobre la alfombra roja y esa peculiar e interesantísima mezcla de personajes de la política, el espectáculo, el mundo empresarial y las artes que puebla cada mes las páginas de Vanity Fair se dio por una noche en la vida real.
Del mundo de la política se pudo ver a la ministra de Agricultura Isabel García Tejerina, al vicesecretario de comunicación del Partido Popular Pablo Casado, al presidente de Ciudadanos, Albert Rivera (con su novia, Beatriz Tajuelo) o a la vicesecretaria de estudios del PP Andrea Levy. Todos acudieron atendiendo al dress code fiesta que no forma parte de su estilo cotidiano pero que anoche les hizo brillar junto a otros personajes mucho más acostumbrados a la etiqueta como la baronesa Thyssen, los marqueses de Griñón, Tamara Falcó, Jaime de Marichalar o las Segrelles. Ellos se mezclaron con magistrados (Eloy Velasco, Cándido Conde-Pumpido, o Carlos Yañez), periodistas y profesionales de la comunicación (Pedro J. Ramírez, quien hizo acto de presencia con su pareja, Cruz Sánchez de Lara, Boris Izaguirre, Beatriz Cortazar o María Eugenia Yagüe) actores y actrices (Ingrid García Jonsson o Bárbara Goenaga, quien acudió con su pareja, el portavoz del PP en el parlamento vasco, Borja Semper) y profesionales de la moda (Teresa Baca y Oriol Elcacho).
Si bien fue una noche en la que los espectaculares vestidos fueron la nota dominante, cabe llamar la atención sobre tres invitadas: Nieves Álvarez, Bibiana Fernandez y Topazio Fresh. La primera llevaba unas piñas adornando sus hombros a modo de homenaje al trofeo de Wimbledon (apodado con el nombre de esa fruta tropical); la segunda lucía una espectacular bata metalizada morada llena de volantes; y la tercera llevaba un capricho negro de tul con una gigantesca lazada al cuello al que era imposible no mirar. Firmaba las tres creaciones el hombre de moda en el panorama internacional de la moda actual, Alessandro Michele, director creativo de Gucci.
Vistió de Gucci también Garbiñe, quien no tiene ningún inconveniente para admitir su amor por la moda y lo cómoda que se siente dentro de una pieza de buena costura: al final de la noche, los invitados más curiosos pudieron verla bajando una y otra vez las majestuosas escaleras centrales del Ritz para satisfacer a la cámara del que fue el fotógrafo oficial de la noche, el norteamericano Jonathan Becker.
Becker, vaca sagrada del periodismo gráfico social y nombre histórico de Vanity Fair, tampoco pudo resistirse a la espontaneidad de la tenista.
Antes de la cena, los corrillos del cocktail ofrecían las estampas más pintorescas: Pedro J. Ramírez, Albert Rivera y sus respectivas parejas hablaban, como podrán suponer, de política. Mientras, en otro círculo, la periodista Paloma Barrientos, Tamara Falcó y Boris Izaguirre, mantenían un debate mucho menos solemne pero igualmente interesante sobre los pros y contras de la monogamia y el amor romántico. Tamara había estado viendo la película Pretty Woman, y fue ella la que quiso hablar de ese tema y moderar el debate.
Las espectaculares joyas que lucían muchas de las asistentes fueron combustible para muchas de las conversaciones que se produjeron en los salones del Ritz. Especialmente, las de la esposa del periodista Jaime Peñafiel, Carmen Alonso, que llevaba un collar de turquesas regalo del Sha de Persia. O las de Tita Thyssen, que acudió con un collar y un anillo de zafiros de Bulgari que ya el gran público pudo ver expuestos en su museo el año pasado. Desde luego, si la Pantera Rosa estaba haciendo anoche de las suyas en Madrid, probablemente andaba al acecho de alguna de nuestras invitadas.
En el jardín del hotel los invitados aprovecharon para estrechar lazos gracias al vínculo común de la nicotina. Y muchos aprovecharon el receso del cigarrillo para convertir el momento en un instante Instagram. Bibiana, auténtica estrella de las redes sociales, no tuvo ningún inconveniente en posar con todo aquel que se lo pidió.
El menú de la cena consistió en crema de calabaza con queso fresco; solomillo de buey al rioja con patata gratén; y de postre, cúpula de chocolate guanaja con sorbete de mandarina. En torno a las mesas, adornadas en homenaje a Garbiñe con rosas rojas y pelotas de tenis, se escucharon algunas jugosas conversaciones: por ejemplo, la galerista María Porto confirmó que no se ha separado de Francisco Álvarez-Cascos. Dijo, de hecho, que los dos son muy felices pese a vivir en lugares distintos. Él en Asturias, y ella en Madrid.
Durante las palabras de agradecimiento de Garbiñe, el marqués de Griñóny Ester Doña se lanzaban besos como un par de tórtolos, mientras que Tita contaba a los comensales que pasará la Navidad con su hijo Borja en Andorra.
Los fiscales y jueces, por su parte, hablaban del terrible e imprevisto fallecimiento del Fiscal General del Estado, que a todos había pillado por sorpresa.
En otra de las mesas, Josemi Rodríguez Sieiro fotografiaba la muy sensual espalda desnuda de la ministra Isabel García Tejerina y se la mandaba por Whatsapp a su antecesor en el cargo, Arias Cañete, con el reto de que este adivinara a quién pertenecía.
La productora María Luisa Gutierrez, socia de Santiago Segura, contó que este año ha producido nada menos que ocho películas. Entre ellas, Sin rodeos, dirigida por Santiago Segura, Ola de crímenes, de Gracia Querejeta, y Ajedrez para tres, que será la primera película de Astrid Gil Casares, ex mujer de Rafael del Pino.
Astrid, quien hace solo unos meses protagonizó una de las exclusivas más sonadas de Vanity Fair España, fue precisamente una de las invitadas cuyo look causó más conmoción entre los invitados: con el pelo rapado al uno y los brazos llenos de tatuajes, era una presencia post-punk particularmente interesante.
El interiorista Luis García Fraile, hijo de José María Garcia, contó que se ha comprado una casa en la glorieta de Bilbao, en pleno centro de Madrid. Es tan encantador que quienes le escucharon casi consiguieron no envidiarle con toda su alma.
Cuando la cena acabó y los invitados, separados hasta entonces por mesas, empezaron a dividirse entre los que se marchaban a casa (los menos) y los que se quedaban en la barra libre del salón contiguo (los más), amenizado con la música del DJ Mickey Pavon, también se produjeron escenas muy interesantes: los dos miembros del «joven PP» Borja Semper y Andre Levy hicieron buenísimas migas con la invitada más inesperada: Tamara Falcó. Al parecer con Semper habló del cupo vasco y con Levy de la posibilidad de acudir este año al festival Sonorama. Lo que Vanity Fair España ha unido que no lo separe el hombre.