Humberto Perozo Suárez
Suenan los disparos en el exterior del local. Es de noche en Caracas. En el suelo, Adalberto Peñaranda, junto con su compañero del Deportivo La Guaira, Charlis Ortiz, yacen heridos. Unos gritan y salen corriendo, otros auxilian a los futbolistas.
Lo que era una fiesta, terminó en un susto. Poco le faltó para ser una tragedia.
Un lío de faldas, dicen. Peñaranda, de los que no retroceden ni dentro ni fuera de la cancha, piropeó a una de las jóvenes presentes. Su novio intercambió palabras con el delantero, sacó una pistola y disparó.
La bala entró y salió, el muslo del delantero no sufrió mucho. Ortiz estuvo convaleciente más tiempo, recibió balazos en un brazo y en el pecho.
Esa noche de abril de 2015, la vida de la actual estrella del Mundial sub 20 de Corea del Sur cambió. “Me di cuenta que el disparo fue a pocos centímetros de la rodilla y, gracias a Dios, no dejó secuelas”, contó al diario español As. “Fíjese que pudo ser el fin de mi carrera o algo mucho peor”.
El blanco caballo indómito del Escudo de Armas de Venezuela tiene su semejanza con el platinado Peñaranda.
Nacido en El Vigía, estado Mérida, el 31 de mayo de 1997, el temperamental atacante es hijo de los colombianos Adalberto Peñaranda y Sandra Maestre. Creció en el sector Los Pinos, cerca de La Pedregosa.
“Se formó en la escuela de José Luis González, ‘Joche’, una de las más emblemáticas de El Vigía”, recuerda el periodista Luis Cárdenas. “Fue goleador en varios campeonatos municipales de Alberto Adriani. No llegó a debutar con El Vigía FC, el tradicional equipo de la zona, pero sí en el Deportivo El Vigía. De allí dio el salto al Real Esppor”.
Después de sus padres, “Joche” es el que conoce mejor a Peñaranda. Ex jugador de El Vigía, su institución es una de las formadoras por excelencia en la localidad. “Yo lo recibí con ocho, nueve años. Ya mostraba su talento. Era alto, pero con capacidad técnica, era lo más destacado”, recuerda González.
“En el campo era muy tranquilo, nunca lo expulsaron jugando en la escuela. Se reía cuando lo golpeaban, se tocaba los pies, hablaba, pero solo jugaba. Se divertía con la pelota. Nunca le respondía al contrario”, señala “Joche”. “Yo lo regañaba porque quería hacer una de más, le decía que tenía que ser colectivo”.
Después de sus padres, “Joche” es el que conoce mejor a Peñaranda. Ex jugador de El Vigía, su institución es una de las formadoras por excelencia en la localidad. “Yo lo recibí con ocho, nueve años. Ya mostraba su talento. Era alto, pero con capacidad técnica, era lo más destacado”, recuerda González.
“En el campo era muy tranquilo, nunca lo expulsaron jugando en la escuela. Se reía cuando lo golpeaban, se tocaba los pies, hablaba, pero solo jugaba. Se divertía con la pelota. Nunca le respondía al contrario”, señala “Joche”. “Yo lo regañaba porque quería hacer una de más, le decía que tenía que ser colectivo”.
FuentePanoramahttp://www.panorama.com.ve/futbol/Perfil-Adalberto-Penaranda-el-caballo-indomito-de-Venezuela-20170610-0027.html