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Yo quiero ir a Venezuela

Virginia Febles 

«Hace ya casi cuatro año que no piso mi país. Y quiero ir a Venezuela.»

Cuando se lo planteé a mi marido puso los ojos como huevos fritos, daba por hecho que nadie, en su sano juicio, quiere llevar a sus hijos al caos actual. De los quince y pico de años que llevo fuera, es primera vez que paso tanto tiempo sin ir, y parece que la situación sólo empeora.

Mi familia sigue allá y seguirá por los momentos así que pensar en no ir es lo mismo que sentir que me he mudado a Marte y yo, francamente, a Marte no me mudaría si de vez en cuando no puedo abordar un cohete y presentarme en el terruño.

Desde que me fui he mantenido un contacto estrecho y constante. La tecnología me acompaña afortunadamente y en Silicon Valley debe haber un montón de gente jodida como yo porque no hacen sino inventar formas más fáciles de comunicarse con lugares lejanos, desde el Pin del Blackberry hasta la video llamada de WhatsApp a mí no han hecho más que facilitarme la vida.

Pero yo igual quiero ir a Venezuela…

Cada día de mi vida hablo con mi mamá y con mi tía, saludo a mi abuela gritando a todo gañote para que me oiga y respondo preguntas de mi papá que va formulando por detrás de la conversación con mi madre. Desde fuera se ve caótico, pero desde dentro, te digo que funcionamos como un reloj. Mi esposo dice que no he cortado el cordón umbilical y lleva razón, como en casi todo, lo pongo aquí porque él pasa de leerme, eso es otro tema.

Diariamente también obligo a mis hijos a saludar a la abuela, soy modelo mamá-coñazo que los pellizca cuando dicen que no quieren hablar y estoy bastante ducha en sonreír a la cámara mientras les digo bajito y entre dientes: -Sa-lu-das!.

No estoy segura de sí actúo de esta manera por los niños, por mis padres o directamente por mí, pero estoy segura que voy a continuar haciéndolo mientras el mar nos mantenga a distancia y para ello seguiré usando métodos como amenazar, apagar la TV o castigos que urdo en el momento!!! Con esto de mantener el contacto con las raíces no estoy dispuesta a ceder.

Y sigo queriendo ir a Venezuela…

El asunto es que me da miedo ir con los niños. Así de simple. Es un sitio peligroso, lo ha sido siempre, la delincuencia ha evolucionado a niveles siderales y yo le he perdido el tumbado, porque no le vamos a echar toda la culpa a la situación, la verdad es que a  uno se le van aflojando las alertas.

Nadie quiere acercar a sus críos a ningún sitio que suponga un peligro, pero creo que mi cabeza no consigue fusionar el mensaje de alejar a mis niños del peligro con mi ciudad, mi casa y mi familia.

No se entiende esto, mi hijo va a cumplir ocho años y suplica para que lo deje ir solo al chino, que queda literalmente debajo de mi casa, y a mí me da terrible aprensión que vaya ¿Qué tal?, veo a los abuelos que se quedan hablando en la puerta tras comprar el pan y me parecen borrachos peligrosos, el chino que vende que están tramitándole la santidad, se me empieza a parecer a un pederasta confeso y los muchachos de dieciséis que toman Acuarius en la puerta creo firmemente que son drogadictos cuando yo, en mi vida he reconocido un solo drogadicto

¿Entonces?

Entonces esto es lo que hay! Me da miedo que vayan al chino solos, no los dejo cruzar la calle sin agarrar la mano hasta que su mano supere la mía (ese es el trato) y con todo y eso,

 Los quiero llevar a Venezuela

Es peligroso, lo sé y aun así sigo queriendo ir, que se bañen con manguera en el patio de mi casa y que los piquen los mosquitos (sobre todo a mi hijo menor que se lo comen vivo) … quiero que le griten a mi abuela en directo y que ella los vea y no que finja como si los viera por el teléfono.

De verdad que yo agradezco como la que más estos avances de la tecnología, soy la usuaria perfecta y estoy dispuesta a no dejarlo, pero aun así, lo siento…

Quiero ir a Venezuela

Virginia Febles @DimeTuQueNo

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«Hace ya casi cuatro año que no piso mi país. Y quiero ir a Venezuela.»

Cuando se lo planteé a mi marido puso los ojos como huevos fritos, daba por hecho que nadie, en su sano juicio, quiere llevar a sus hijos al caos actual. De los quince y pico de años que llevo fuera, es primera vez que paso tanto tiempo sin ir, y parece que la situación sólo empeora.

Mi familia sigue allá y seguirá por los momentos así que pensar en no ir es lo mismo que sentir que me he mudado a Marte y yo, francamente, a Marte no me mudaría si de vez en cuando no puedo abordar un cohete y presentarme en el terruño.

Desde que me fui he mantenido un contacto estrecho y constante. La tecnología me acompaña afortunadamente y en Silicon Valley debe haber un montón de gente jodida como yo porque no hacen sino inventar formas más fáciles de comunicarse con lugares lejanos, desde el Pin del Blackberry hasta la video llamada de WhatsApp a mí no han hecho más que facilitarme la vida.

Pero yo igual quiero ir a Venezuela…

Cada día de mi vida hablo con mi mamá y con mi tía, saludo a mi abuela gritando a todo gañote para que me oiga y respondo preguntas de mi papá que va formulando por detrás de la conversación con mi madre. Desde fuera se ve caótico, pero desde dentro, te digo que funcionamos como un reloj. Mi esposo dice que no he cortado el cordón umbilical y lleva razón, como en casi todo, lo pongo aquí porque él pasa de leerme, eso es otro tema.

Diariamente también obligo a mis hijos a saludar a la abuela, soy modelo mamá-coñazo que los pellizca cuando dicen que no quieren hablar y estoy bastante ducha en sonreír a la cámara mientras les digo bajito y entre dientes: -Sa-lu-das!.

No estoy segura de sí actúo de esta manera por los niños, por mis padres o directamente por mí, pero estoy segura que voy a continuar haciéndolo mientras el mar nos mantenga a distancia y para ello seguiré usando métodos como amenazar, apagar la TV o castigos que urdo en el momento!!! Con esto de mantener el contacto con las raíces no estoy dispuesta a ceder.

Y sigo queriendo ir a Venezuela…

El asunto es que me da miedo ir con los niños. Así de simple. Es un sitio peligroso, lo ha sido siempre, la delincuencia ha evolucionado a niveles siderales y yo le he perdido el tumbado, porque no le vamos a echar toda la culpa a la situación, la verdad es que a  uno se le van aflojando las alertas.

Nadie quiere acercar a sus críos a ningún sitio que suponga un peligro, pero creo que mi cabeza no consigue fusionar el mensaje de alejar a mis niños del peligro con mi ciudad, mi casa y mi familia.

No se entiende esto, mi hijo va a cumplir ocho años y suplica para que lo deje ir solo al chino, que queda literalmente debajo de mi casa, y a mí me da terrible aprensión que vaya ¿Qué tal?, veo a los abuelos que se quedan hablando en la puerta tras comprar el pan y me parecen borrachos peligrosos, el chino que vende que están tramitándole la santidad, se me empieza a parecer a un pederasta confeso y los muchachos de dieciséis que toman Acuarius en la puerta creo firmemente que son drogadictos cuando yo, en mi vida he reconocido un solo drogadicto

¿Entonces?

Entonces esto es lo que hay! Me da miedo que vayan al chino solos, no los dejo cruzar la calle sin agarrar la mano hasta que su mano supere la mía (ese es el trato) y con todo y eso,

 Los quiero llevar a Venezuela

Es peligroso, lo sé y aun así sigo queriendo ir, que se bañen con manguera en el patio de mi casa y que los piquen los mosquitos (sobre todo a mi hijo menor que se lo comen vivo) … quiero que le griten a mi abuela en directo y que ella los vea y no que finja como si los viera por el teléfono.

De verdad que yo agradezco como la que más estos avances de la tecnología, soy la usuaria perfecta y estoy dispuesta a no dejarlo, pero aun así, lo siento…

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