Emprender en tiempo de crisis no parece viable. Y menos, en un país como Venezuela, donde la escasez y la inflación marcan la pauta diaria y se constituyen en la queja y excusa de quienes no avanzan. Sin embargo, no es así. Las mismas circunstancias están motivando el emprendimiento de un grupo que busca la manera de seguir adelante. La mitad de este todo son mujeres, quienes teniendo una necesidad económica y un sueño por realizar, se apoyan en su creatividad e ingenio para instaurar su propia empresa. Cada una tiene su historia, pero todas coinciden en su verbo y proceder activo, positivo, arriesgado, intuitivo y soñador. El tema económico no es una limitante, y la crisis del país no figura en su conversación diaria. Crear, innovar, atreverse y superarse marcan su norte.
Datos 49% de los emprendedores en Venezuela son mujeres, en su mayoría del segmento D. Entre sus motivaciones se encuentra en primer lugar, la identificación de una oportunidad de negocio, aunque más de un tercio afirma no tener una mejor alternativa de trabajo; mientras que 11% reconoce una combinación de necesidad y oportunidad. Las emprendedoras inician empresas con menor capital y menor endeudamiento, en parte por las menores exigencias de sus sectores de actividad y, en parte, por una probable discriminación en el acceso a recursos. Alimentos, estética y confección de ropa, son los sectores comerciales por los que se inclina el mayor número de mujeres emprendedoras. La mujer emprendedora se caracteriza por ser optimista, realista, alegre, energética, proactiva, decidida, dinámica e independiente.
La muchacha de los vestidos
Romina Garavito, a sus 24 años de edad ha diseñado más de 100 vestidos, y vendido miles de ellos. Su marca, Pantaletas de Costal, goza de gran popularidad en Instagram y Facebook. Diariamente realiza envíos a distintas partes del país, al tiempo que atiende a quienes visitan su tienda, e incluso viste a mujeres en Panamá. Entre sus aspiraciones inmediatas, está tener presencia en el mercado mexicano, al menos para las temporadas de verano y primavera. “La muchacha de los vestidos”, como se le conoce, es una mujer emprendedora. El deseo de usar vestidos bonitos, diferentes a los que había en el mercado, y más económicos, la llevó a experimentar con una máquina casera. “Tenía 17 años cuando mi mamá me regaló una máquina de coser. A los 18 empecé a coser. A arreglar mi ropa, y hacer algunos vestidos. Recuerdo que tenía unos que había comprado en Cúcuta, porque los que vendían aquí no me gustaban; pero ya los tenía rayados, y empecé a comprar tela y hacerme ropa. Así, fui agarrando destreza”. Romina no estudió Diseño, solo recibió un curso en la Escuela de Labores. Explica que su aprendizaje ha sido muy empírico. Sus vestidos empezaron a llamar la atención y sus amigas le propusieron coser para ellas también. “Nunca me quedaba igual, porque tenía solo una máquina casera, nada industrial. Luego, era mucha gente pidiéndome cosas y no daba abasto. Entonces recibí la ayuda de Luis (su novio) y reunimos el dinero para comprar una máquina industrial. Fue algo bien sudado”. Recuerda que en el 2012 creó su cuenta en Instagram, y mucha gente empezó a conocer su trabajo. Luego fue el Facebook. “Las redes sociales son la base de todo. Si no estás activo en las redes sociales, esto no funciona fácil”, sentencia la emprendedora, al relatar que con apenas 100 seguidores, ya hacían envíos grandes a la capital del país. La joven ahora tiene 8 empleados en su fábrica y una marca que se consolida con el nombre de su correo electrónico a los 13 años de edad. Pantaletas de Costal se convirtió en su proyecto de vida. Nunca ha recibido financiamiento económico de algún ente; pero sí ha amanecido cosiendo en temporadas altas para conseguir el dinero y comprar su maquinaria. La situación económica del país le ha puesto trabas, como a cualquiera, pero su trabajo es seguir adelante. La semana pasada empezaron el diseño y confección de ropa para hombres, y en dos meses saldrá a la venta. Para un emprendedor, el reto es parte de su día a día.
La arquitecta del papel
Cuando María Laury Martínez cortaba con un exacto las cartulinas para sus maquetas, durante los cinco años de la carrera de Arquitectura, nunca imaginó que se estaba preparando para emprender un negocio distinto, años más tarde. Esta destreza y su creatividad, son la base de DeCorte, una empresa dedicada a diseñar y elaborar formas y figuras en papel para la decoración, actividad que combina con sus proyectos de edificaciones e inspección de obras, y su rol como madre.
Su objetivo ha sido traducir los conocimientos de la arquitectura a la practicidad de un producto de papel. La arquitectura es la base del concepto de DeCorte. Asegura que sin ella, nada hubiera podido hacer. Su inquietud por la fusión surgió alrededor del año 2013 y el nacimiento de su primera hija. “Sentí empatía por hacer nuevos productos enfocados hacia el área infantil. Quería algo innovador, creativo, práctico, y empecé a trabajar la idea en base a maquinaria de corte”. Apoyada por sus equipos de Plotter, empezó a elaborar tarjetas y cajas en el estudio de su casa. Pero entonces las ideas se multiplicaban y dieron lugar a nuevas necesidades. Requirió la compra de nuevos equipos y la ayuda de otra persona. También un espacio más grande y acondicionó el lugar donde actualmente trabaja. Un consejo resultó clave en la promoción de su producto: Instagram. Abrió su cuenta y empezó a publicar fotos. La respuesta fue positiva. Empezaron los seguidores, contando entre ellos cuentas aliadas a nivel nacional. Dos años después, cuenta con 16.400 seguidores, y casi el 90% de sus ventas son a nivel nacional. María Laury se encarga de realizar en papel, el sueño de las madres para la llegada de sus hijos, o para celebrar ocasiones especiales: bautizos, cumpleaños, primeras comuniones, aniversarios, y más. Actualmente cuenta con más de 40 kits infantiles para reproducir, y recibe entre 5 y 8 pedidos al mes. Las solicitudes han llegado incluso desde otras latitudes como Texas y Londres. Las redes sociales han servido para hacer el contacto, y el reto ha sido enviar el material, evitando su daño en el camino. Afortunadamente todo ha salido bien, y las aspiraciones crecen. Para este año, la meta es empezar a producir al mayor para tener presencia en locales comerciales y captar mayor mercado, tanto nacional como internacional. “El emprendimiento es soñar todos los días al acostarme qué voy a hacer, y cómo lo voy a hacer. Es usar tiempo. Siempre estoy tratando de innovar”.
La directora de bodas
María Angélica Contreras, fue la primera “wedding planner” de San Cristóbal, y quizá sea la única. Luego de varios años ejerciendo su profesión como contador público y docente universitaria, se pasó al bando de las emprendedoras. Tras el éxito encontrado en la organización de varios eventos, decidió que su oficio sería este y se especializó para ofrecer un servicio de alta calidad. Desde hace dos años está al frente de Zima Eventos, con la batuta en la mano, para dirigir el mejor día en la vida de algunos: su boda. Consiguió su certificación a nivel internacional en el Instituto Iberoamericano –Inibep- dedicado a la formación y proyección para la Organización Profesional de eventos & Wedding Planner. A partir de allí, asegura ser otra persona. Desde hace dos años formó un importante equipo de trabajo junto a otros profesionales, con el fin de instaurar un servicio que no existía en la ciudad, el “wedding planner”. “Venimos a cambiar el panorama, prestando un servicio de altísima calidad con vocación. Queremos que las personas se sientan celebradas, que disfruten el día. Para algunas, el matrimonio es su proyecto de vida, han soñado toda la vida con este momento. La idea es que lo disfruten como si fuera de película”, asegura María Angélica, con gran entusiasmo y seguridad, haciendo énfasis en que todo lo hace con pasión. “El tema de emprender, es arriesgarse”, sostiene la especialista en planificación de bodas, quien afirma que la búsqueda de referentes a nivel nacional es una constante en su empresa. Siguen haciendo cursos de formación y capacitación, aunque actualmente cuenten con un equipo bien conformado. Su visión es hacer realidad el sueño de otros, y su mejor pago, la satisfacción del cliente. Un “wedding planner” hace todo para que la pareja y su entorno familiar disfruten, lejos de las preocupaciones. “Es un trabajo de coordinación bastante exigente. Nos encargamos de negociar con el proveedor, de pelear con el decorador. De decirle, esto no es lo que quería la novia. Administramos el presupuesto y nos adaptamos a él. Somos los directores de la orquesta. Nos encargamos de que las cosas ocurran en el momento preciso, y no por casualidad”, indica. Para este año, el proyecto es hacer de Táchira, un destino de bodas. Está consciente de que el servicio que ofrece no es de primera necesidad, pero se esfuerza por crear la diferencia y hacerlo indispensable a fuerza de calidad y esmero. La empresa surgió y el reto sigue.
La chica de los ponquecitos
Hace 7 años, Anni Sarmiento abrió su empresa, al tiempo que iniciaba el estudio de dos carreras en paralelo: ser madre y comunicadora social. Un día llevó a la Universidad los ponqués que había preparado para su hija el fin de semana, y los vendió todos. Justo allí, supo que había encontrado la manera de percibir dinero para cubrir los gastos, y al mismo tiempo estudiar y cuidar de su hija. Era el inicio de una nueva vida. Regresó a la bodega a comprar azúcar, harina y huevos para repetir el proceso. Desde entonces hasta ahora no sabe cuántas veces ha comprado esos ingredientes, ni cuántos ponqués ha preparado. De lo que sí está segura es que ha horneado a todas horas del día: en la mañana, al mediodía, en la tarde, noche y madrugada. La taza plástica donde lavaba ropa y que usó para vender los primeros, fue sustituida por cestas tejidas que la siguen acompañando a todas partes donde va. “Los ponqués fueron un éxito total. Vendía en la ULA y en la Unet. Tanto, que ni estudiaba, lo que hacía era trabajar. Vendía entre 50 y 60 al día, prácticamente los 5 días de la semana. Era bastante agotador… Luego salí a la calle, a Barrio Obrero, La Concordia, la Av. Los Agustinos, la Av. Carabobo. Era más fácil llegarle a la persona. A todos lados llevaba los ponqués y los sigo llevando. En todas partes veo una oportunidad de venta, de hacer un nuevo cliente, de dar a conocer el producto”, explica. Nunca tuvo la idea de crear una empresa o ser millonaria. Su crecimiento se ha ido dando poco a poco, porque no ha podido terminar su carrera universitaria y decidió cerrar este ciclo antes de su expansión comercial. “Ponquecitos con amor” no es simplemente un nombre, es la esencia de su creadora. Esta joven mujer emprendedora se caracteriza por su amor hacia todo lo que hace. Anni comenta que los ponqués se han convertido en su novio, en el amor de su vida, en la razón por la que despierta cada mañana. Lo que ha hecho hasta ahora es intentarlo, y seguirá haciéndolo. Gracias a esto ha tenido una vida llena de amor, donde su hija Camila es el motor que impulsa la marcha. Con esto ha logrado vacaciones, comidas, viajes, ropa, libros, fotocopias, y sustentar a la niña; al tiempo que ha hecho de ella, una emprendedora en potencia. A su corta edad, Camila piensa como empresaria y sueña con la expansión del proyecto que su madre inició, y se esfuerza por mantener. “Ponquecitos con amor”, es sinónimo de constancia.
Fuente: Eldiario Los Andes
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