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La hija del Rey por Laureano Marquez

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Bueno, quizá sea mejor decir exrey —porque ya no lo es— o monarca supremo porque —aun no siendo rey— se mantendrá, para él, trato de rey for ever. Según las informaciones del caso, la infanta Cristina de Borbón (ahora exinfanta) se dedicó junto a su esposo, Iñaki Urdangarín, a aprovechar las ventajas que le brindaba a este último la cercanía con el poder para hacer buenos negocios. Como venezolano, habitante de una tierra donde la pulcritud administrativa y la independencia judicial han convertido a nuestro país en uno de los primeros del mundo en “tramparencia” institucional, no puede uno sino sentirse avergonzado y apenado con la pobre madre patria.

A doña Cristina y a su esposo se les acusa de los siguientes cargos por los que están imputados por la Fiscalía Anticorrupción: malversación, fraude, prevaricación, falsedad y blanqueo de capitales. Vamos por partes: el término “malversación” no se refiere para nada a un poeta ramplón de versos ripios, sino que se trata de la “utilización indebida de caudales ajenos, sobre todo si pertenecen al erario público o la comete un funcionario”. Digamos —como para poner un ejemplo que uno pueda comprender de algo que nunca pasaría en Venezuela, naturalmente— que por caso alguien obtenga riqueza de un convenio agroalimentario con otro país valiéndose de sus influencias políticas.

“Fraude”, otro término que nos es poco conocido por aquí, ocurre cuando alguien comete una “acción contraria a la verdad y a la rectitud o ley”. Digamos que usted es importador y coloca en sus importaciones —para las cuales usted recibe dólares del Estado— un precio superior al que efectivamente es. Es lógico que al lector venezolano le cueste entender estas cosas, porque vivimos desde hace 16 años en la honestidad revolucionaria que ha creado al hombre nuevo, pero habrá visto noticias de países en los que estas cosas sí suceden.

La prevaricación suena horrible, aun sin saber qué es. “Prevaricador” es una palabra como para un trabalenguas: “el país esta prevaricado, ¿quién lo desprevaricará?, el desprevaricador que lo desprevarique buen desprevaricador será”. La prevaricación, o prevaricato, es un delito que consiste en que una autoridad dicte una resolución arbitraria en un asunto administrativo o judicial, a sabiendas de que dicha resolución es injusta. Lo sé, a uno le cuesta imaginarlo. En este caso, a Cristina se le acusa de usar la autoridad que le daba ser hija del rey, para sustentar ganancias indebidas. Claro que un prevaricador famoso, que roba para vivir bien, no puede al final salir de su casa, porque no hay manera. Termina teniendo mucha riqueza, pero no puede ni gastarla, porque no puede ni ir a la playa, sin que le señale el dedo acusador: mira quien está tomando sol… ¡la prevaricadora!

“Falsedad” tiene que ver con el mentir. “Blanqueo de capitales” es un término racista, impensable en la tierra de Bolívar. Se refiere a la transformación de dinero negro, de ilegal procedencia, en dinero blanco, limpio y transparente. No se hace con Ariel, sino con depósitos en paraísos fiscales, operaciones en efectivo y muchas otras maneras que tiene la gente poderosa, amparada en su poder.

Bueno, pero eso donde pasó fue en España, que está bien lejos. Menos mal que dentro de poco no se podrá volar hasta allá por culpa de esas líneas aéreas miserables que pretenden cobrar por que uno vuele. ¡Sinceramente! ¡Las cosas que se ven en el mundo! Menos mal que estamos aquí tranquilitos. Mejor que no haya ni vuelos; así nadie viene a echarnos a perder este paraíso (no fiscal ¿eh?).

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Bueno, quizá sea mejor decir exrey —porque ya no lo es— o monarca supremo porque —aun no siendo rey— se mantendrá, para él, trato de rey for ever. Según las informaciones del caso, la infanta Cristina de Borbón (ahora exinfanta) se dedicó junto a su esposo, Iñaki Urdangarín, a aprovechar las ventajas que le brindaba a este último la cercanía con el poder para hacer buenos negocios. Como venezolano, habitante de una tierra donde la pulcritud administrativa y la independencia judicial han convertido a nuestro país en uno de los primeros del mundo en “tramparencia” institucional, no puede uno sino sentirse avergonzado y apenado con la pobre madre patria.

A doña Cristina y a su esposo se les acusa de los siguientes cargos por los que están imputados por la Fiscalía Anticorrupción: malversación, fraude, prevaricación, falsedad y blanqueo de capitales. Vamos por partes: el término “malversación” no se refiere para nada a un poeta ramplón de versos ripios, sino que se trata de la “utilización indebida de caudales ajenos, sobre todo si pertenecen al erario público o la comete un funcionario”. Digamos —como para poner un ejemplo que uno pueda comprender de algo que nunca pasaría en Venezuela, naturalmente— que por caso alguien obtenga riqueza de un convenio agroalimentario con otro país valiéndose de sus influencias políticas.

“Fraude”, otro término que nos es poco conocido por aquí, ocurre cuando alguien comete una “acción contraria a la verdad y a la rectitud o ley”. Digamos que usted es importador y coloca en sus importaciones —para las cuales usted recibe dólares del Estado— un precio superior al que efectivamente es. Es lógico que al lector venezolano le cueste entender estas cosas, porque vivimos desde hace 16 años en la honestidad revolucionaria que ha creado al hombre nuevo, pero habrá visto noticias de países en los que estas cosas sí suceden.

La prevaricación suena horrible, aun sin saber qué es. “Prevaricador” es una palabra como para un trabalenguas: “el país esta prevaricado, ¿quién lo desprevaricará?, el desprevaricador que lo desprevarique buen desprevaricador será”. La prevaricación, o prevaricato, es un delito que consiste en que una autoridad dicte una resolución arbitraria en un asunto administrativo o judicial, a sabiendas de que dicha resolución es injusta. Lo sé, a uno le cuesta imaginarlo. En este caso, a Cristina se le acusa de usar la autoridad que le daba ser hija del rey, para sustentar ganancias indebidas. Claro que un prevaricador famoso, que roba para vivir bien, no puede al final salir de su casa, porque no hay manera. Termina teniendo mucha riqueza, pero no puede ni gastarla, porque no puede ni ir a la playa, sin que le señale el dedo acusador: mira quien está tomando sol… ¡la prevaricadora!

“Falsedad” tiene que ver con el mentir. “Blanqueo de capitales” es un término racista, impensable en la tierra de Bolívar. Se refiere a la transformación de dinero negro, de ilegal procedencia, en dinero blanco, limpio y transparente. No se hace con Ariel, sino con depósitos en paraísos fiscales, operaciones en efectivo y muchas otras maneras que tiene la gente poderosa, amparada en su poder.

Bueno, pero eso donde pasó fue en España, que está bien lejos. Menos mal que dentro de poco no se podrá volar hasta allá por culpa de esas líneas aéreas miserables que pretenden cobrar por que uno vuele. ¡Sinceramente! ¡Las cosas que se ven en el mundo! Menos mal que estamos aquí tranquilitos. Mejor que no haya ni vuelos; así nadie viene a echarnos a perder este paraíso (no fiscal ¿eh?).

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